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Una huelga del siglo XIX en pleno siglo XXI

Rebeca Santamaría,Madrid, 6 nov (EFE).- Las futbolistas han convocado una huelga para pedir, entre otras cosas, un salario mínimo y un convenio colectivo que las ampare, una reivindicación que parece salida del siglo XIX pero que plantean en pleno siglo XXI.,Es la última demanda expresada en voz alta por las deportistas españolas de élite, apoyada por representantes de las anteriores generaciones que sufrieron la desatención y la falta de reconocimiento mientras sentaban, en silencio, las bases

Rebeca Santamaría

Madrid, 6 nov .- Las futbolistas han convocado una huelga para pedir, entre otras cosas, un salario mínimo y un convenio colectivo que las ampare, una reivindicación que parece salida del siglo XIX pero que plantean en pleno siglo XXI.

Es la última demanda expresada en voz alta por las deportistas españolas de élite, apoyada por representantes de las anteriores generaciones que sufrieron la desatención y la falta de reconocimiento mientras sentaban, en silencio, las bases del actual boom del deporte femenino.

La convocatoria de huelga de las futbolistas sirve como foco para iluminar la realidad, aún imperfecta, de este sector, que por encima de sus condiciones actuales de trabajo, piensa en lo que será el día después.

Con 32 años, Paloma Zancajo, portera internacional de balonmano, decidió retirarse. Era 1996 y “no se cobraba absolutamente nada, aunque jugaras en división de honor. Como máximo", recordó a Efe, "si ibas con la selección se pagaban unas dietas mínimas”.

“Tuve que empezar de cero. No tenía ni estudios ni trabajo”. Paloma había dedicado toda su vida al deporte, había sacrificado los estudios y su formación por rendir al máximo en lo deportivo: “Resultó un lastre dejar los estudios pero me lo exigieron para estar en la élite”.

Ese mismo año, la judoca Miriam Blasco, primera campeona olímpica española gracias a su oro en Barcelona'92, se sentaba en el banquillo como entrenadora del equipo nacional que competía en los Juegos de Atlanta. Sus pupilas consiguieron sendos bronces: “Veía cómo la gente quería estudiar y era muy difícil, había instituciones deportivas que si estudiabas te quitaban la beca porque asumían que no priorizabas”.

Cuatro años después, en el 2000, Blasco recogía su acta de senadora con una misión clara: “Quería mejorar la situación de los atletas, quería que tuviéramos un sistema más europeo. En España, el deportista al final su vida deportiva era un poco juguete roto. Después de vivir en una burbuja, volvía al mundo real, donde le esperaba la nada”.

“Ese sentimiento de vacío es uno de los testimonios más repetidos por parte de los exatletas cuando deja el deporte”, afirma el psicólogo deportivo David Llopis. “El eje central sobre el que giraba todo desaparece y, si no lo sustituyen por otras actividades que cubran esas necesidades, su vida puede estar vacía”.

Después de muchas discusiones y de convencer a mucha gente, Blasco consiguió poner en pie en el Senado la Comisión Especial sobre la situación de los deportistas al finalizar su vida carrera deportiva, que estuvo activa durante cuatro años. De allí salió el Programa de Atención al Deportista (PROAD) en el 2009, un sistema de ayudas y de seguimiento a los atletas que depende del Consejo Superior de Deportes (CSD).

“Me costó muchas peleas, en el Senado no les gustaba la idea, no lo entendían”, admitió Blanco a Efe. Durante cuatro años los 30 miembros de la comisión, analizaron lo que había en otros países, invitaron a deportistas al Senado a contar su experiencia y se desplazaron por la geografía española recopilando información y hablando con federaciones y agrupaciones deportivas.

Hoy en día los deportistas de élite cuentan con “asesores que ayudan, orientan, les guían y están pendientes de ellos”.

Además, la percepción social del deportista es otra: “Ha cambiado mucho”, reconoce, “se ve como algo con mucho valor”.

El último gran logro, que ya pilló a Blasco fuera de política, fue que los deportistas que reciben beca del CSD coticen a la Seguridad Social. Desde 2016 y gracias al 1% de los ingresos audiovisuales que los clubs de fútbol pagan al CSD, los deportistas suman años de cotización.

Tanto Blasco como Zancajo están de acuerdo en que “el PROAD ha ayudado y ayuda pero tiene que ir más allá”, ya que deja fuera a los deportistas que no llegan a la élite.

“Nunca se ha pensado en hacer una carrera dual, compaginar los estudios y el deporte” dice Zancajo.

Blasco coincide en esta idea de que no solo hay que valorar al deportista por su resultado final, sino que las ayudas deben estar también en los escalones inferiores: “Queremos que sean campeones, pero también tenemos que preocuparnos de que sean mejores personas y puedan destacar en otros ámbitos”.

María José Rienda, secretaria de estado para el Deporte en funciones y exesquiadora de élite, vivió de primera mano la gestaciòn del PROAD y ya ha dado los primeros pasos para mejorarlo, con la firma en octubre de un protocolo con la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas (CRUE) para que los atletas puedan compatibilizar su vida académica y deportiva.

En España, según el CSD, existen 4700 deportistas de élite que podrán disfrutar de esta iniciativa que “mejora el binomio deporte y universidad”.

Otra de las líneas de actuación que intenta fomentar el CSD en su preocupación por dar una futuro a los medallistas españoles es la colaboración con las empresas. A través del programa Nuevas Metas intenta atraer a aquellas corporaciones que quieran vincular su nombre al del deporte universitario mediante la obtención de beneficios fiscales.

David Llopis incide en la idea de la vida “de después”: “Entrenar y prepararte para las competiciones es importante, pero prepararles para la vida debería ser una parte más de la preparación de un deportista”.

Una aspecto básico de su actividad es la visibilidad de su trabajo. Lydia Valentín, medalla de oro en halterofilia en Londres 2012, insistió en el I Foro a Tokio en la idea de que “si no hay ningún medio presente, es como si no existiera el premio.”

De ello sabe mucho Mariola Rus, que formó parte del primera selección femenina de rugby que hubo es España, hace 30 años, y que ganó el campeonato europeo en 1995 frente a Francia: “Fui campeona de Europa y nadie lo supo”.

“Cuando vino mi padre a recibirme al aeropuerto pensaba que habíamos perdido porque salió una nota en prensa con la información errónea”,asegura a Efe.

Esta pionera sigue a día de hoy vinculada al rugby como presidenta del Club Universitario de Sevilla. A los 50 años está sintiendo el reconocimiento que en su día no tuvo gracias a su trabajo en la Federación Española de Rugby, que le encomendó acompañar al equipo nacional como directiva. Ha llegado encantada de su última gira con la selección femenina por Sudáfrica: “Por primera vez ahora, me he sentido querida y valorada”.

rsb/nam

(Recursos de archivo en lafototeca.com. Referencias: MJ. Rienda: 11643534, Miriam Blasco: 2835969 y

Mariola Rus: 10385067).

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