Coincidían sobre el césped de Londres dos formas de concebir el fútbol. La alegría de Klopp con la irritabilidad de Mourinho. La suerte de uno es la desgracia del otro y la victoria del Liverpool (0-1) condenó al Tottenham Hotspur en una tarde de contrastes en la capital inglesa.
A los dispares estado de ánimo de los entrenadores que este sábado poblaban la banda del Tottenham Hotspur Stadium ayudan también la diferente situación de los equipos a los que entrenan.
El alemán, Klopp, puede permitirse un disparo al palo de Oxlade-Chamberlain en los primeros minutos y una salvada bajo palos del joven Japhet Tanganga. No necesita con desesperación que la pelota vaya dentro, lo contrario a Mourinho, que sabía que un disparo rodeado de jugadores desde la frontal era oro para su equipo. Escaso, necesario y muy valioso.
Por eso, cuando un centro no llegaba por centímetros a la cabeza de Firmino, Klopp se giraba a su banco, acortaba distancias con sus dedos y torcía el gesto esbozando una sonrisa. "Por qué poquito", parecía decir con una ironía casi increíble.
Cuando Harry Winks perdía una pelota en el medio. Mourinho saltaba como un resorte, se ponía de cuclillas y aleccionaba a los suyos. El luso, como lo fue Raúl en su día, es un Ferrari. Pasa de 0 a 100 en segundos. Tan pronto está diciéndole a Davinson que dé un paso al frente a gritos como se enfunda las manos en su largo abrigo y se pone a pasear por el área técnica, siempre vigilado por el cuarto árbitro, quien no le pierde ojo.
BIG WIN! ✊https://t.co/JbUsCmD0Ar
— Liverpool FC (@LFC) January 11, 2020
Sorprende a veces en Mourinho lo capaz que es de enfadarse por una pelota intrascendente perdida y cómo encaja luego los golpes de verdad.
Cuando Firmino controló como los dioses y fusiló a Paulo Gazzaniga para hacer el primero, el portugués volvió a meter sus manos en los bolsillos y se quedó mirando a su defensa impasible.
Algún defensa de los 'Spurs' no quería mirar al banquillo por temor a que los ojos de Mou estuvieran puestos en él.
Klopp, sin embargo, no esconde el jolgorio. Lo celebra con rabia, saca el puño, hace la 'motosierra' casi como Rafa Nadal, y choca la mano con su asistente.
Todo le sale de cara, lo contrario que a un Mourinho negado con la suerte. Se le lesiona Harry Kane y no tiene delantero que le supla, se le lesiona Moussa Sissoko y Ndombele y no tiene mediocentro defensivo.
Se le pone el Liverpool por delante en el marcador y carece de reacción para empatar.
Porque desde aquel disparo embarullado desde la frontal, el bagaje ofensivo del Tottenham fue como el humor de Mourinho: tibio y en ocasiones desafortunado. Son y Winks pudieron empatar, pero sus goles cantados se quedaron afónicos.
Mourinho, de forma irónica, se clavó de rodillas en el suelo y se rio cuando la pelota de Winks en el 82, cantada como gol por el estadio, lamió el palo.
Ahora Klopp se marcha con otra victoria, una diferencia de 16 puntos con el Leicester City, y, sobre todo, otra alegría.
Mourinho se va octavo, a nueve puntos de la Liga de Campeones y con la sensación de que su efecto rompedor en Londres parece haber quedado atrás.
Dos formas de entender el fútbol y la vida, pero un solo ganador.
- Ficha técnica:
0 - Tottenham Hotspur: Gazzaniga; Aurier, Alderweireld, Tanganga, Sánchez, Rose (Lamela, m.69); Winks, Eriksen (Lo Celso, m.69), Alli, Moura; y Son.
1 - Liverpool: Alisson; Alexander-Arnold, Van Dijk, Gomez, Robertson; Henderson, Wijnaldum, Oxlade-Chamberlain (Lallana, m.61); Mané (Origi, m.81), Firmino y Salah (Shaqiri, m.91).
Gol: 0-1. Firmino, m.37.
Árbitro: Martin Atkinson. Amonestó a Gomez (m.23) y a Oxlade-Chamberlain (m.39), ambos del Liverpool.
Incidencias: Partido correspondiente a la vigésimo segunda jornada de la Premier League disputado en el Tottenham Hotspur Stadium de Londres.