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Jesús Casas, el español detrás de la última gran alegría de Irak

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Carles Grau Sivera

En tan solo dos meses al frente de la selección de fútbol de Irak, el español Jesús Casas se convirtió en un héroe nacional tras conquistar la Copa de Naciones del Golfo, un hito que hizo estallar de júbilo a todo un país aún lacerado tras décadas de conflicto y aún en proceso de reconstrucción.

Todo iraquí quiere sacarse una foto con Casas (Madrid, 1973), que el pasado 21 de enero logró que Irak levantara la Copa de Naciones del Golfo como anfitriona, un torneo que agrupa a ocho selecciones del golfo Pérsico y que el cuadro árabe no alzaba desde 1988.

Irak Campeona de la Copa del Golfo (Foto: @AGCFF).

Victoria con valor sentimental añadido para Jesús Casas

La victoria, además, tuvo para Irak un valor sentimental añadido, puesto que el país no albergaba un evento internacional de este calibre desde hacía 43 años debido a las sanciones, las guerras y la inestabilidad.

“Al final traes la percepción de que este país lo ha pasado muy mal, y eso sí lo sabes. Ahora es diferente, pero sabes que lo han pasado muy mal durante muchos años”, dice Casas en una entrevista con EFE desde el estadio Al Shaab de Bagdad, desde donde asegura que el mayor logro es “ver la alegría de la gente, cómo la gente te lo agradece en el día a día”.

“Esa satisfacción nos va a quedar siempre, más allá del título, más allá de todo. La satisfacción de hacer feliz a tanta gente y a todo un país… Eso te lo llevas”, afirma.

Jesús Casas, junto a Luis Enrique en la selección.

Cuatro meses dirigiendo a Irak

El seleccionador madrileño comenzó su andadura en Irak el pasado 5 de noviembre, después de que la Federación iraquí se pusiera en contacto con la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) porque “quería un seleccionador español”, una decisión que tuvo que meditar por la mala fama que tiene el país a nivel internacional.

“Al principio te choca un poco, te choca porque todo lo que suena a Irak pues te viene a la cabeza tema bélico, tema de conflicto”, confiesa Casas, que asegura que tras mantener una conversación con el embajador de España en Bagdad le “tranquilizó” a él y a su equipo y que, a su llegada, experimentaron “una cosa totalmente diferente a lo que te llega”.

Y es que Irak atraviesa ahora un periodo de relativa estabilidad, en el que la seguridad en el país ya no es el principal motivo de preocupación. Aun así, las heridas de los iraquíes tras la invasión estadounidense de 2003 todavía no cicatrizan, algo que es visible también en el mundo del fútbol.

De acuerdo con Casas, hay “futbolistas con mucho talento” en Irak, que “se han criado en la calle” porque “el fútbol juvenil o infantil prácticamente desapareció con todos estos conflictos”.

Además, recientemente han empezado a emerger varias jóvenes estrellas iraquíes o de origen iraquí que juegan en clubes de Europa, como es el caso de Ameen Al Dakhil, nacido en Bagdad y que actualmente milita en el Burnley FC de la segunda división inglesa.

“Ese tipo de jugadores, probablemente si no hubiera habido conflicto estarían aquí con nosotros y elevarían el nivel de esta selección”, lamenta Casas sobre la incorporación de futbolistas de origen iraquí a las selecciones y categorías inferiores de Bélgica, Suecia o Alemania.

La clasificación para el Mundial de 2026

Sin embargo, Casas se muestra optimista con el futuro de la selección iraquí y tiene un claro objetivo entre ceja y ceja: clasificar a Irak para el Mundial de 2026, lo que supondría la segunda participación del conjunto del país en la historia, después de hacerlo por primera vez 1986.

“Si somos realistas, es un objetivo que se puede conseguir, porque además el siguiente Mundial, al haber 48 equipos se amplía el cupo de plazas”, asevera.

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