Pero no es algo nuevo para el navarro. Lleva con él seis años. "No es algo puntual, forma parte de mi trabajo desde hace bastantes años. Para mí es una persona muy importante, a quien admiro y quiero muchísimo. Empecé con él cuando me lesioné de gravedad", explica.
Desde aquel negativo episodio, que tuvo lugar en su primer año en Bilbao, ha recurrido a sus servicios con más o menos frecuencia en función del momento. Así lo desgrana en una entrevista a Deia: "Ha habido tiempos de trabajo más intensos que otros. Por ejemplo cuando sufrí esa lesión o por cuestiones personales por las que he atravesado o cuando la renovación del contrato… La labor que se hace con el coach es un trabajo mental que sirve para potenciar el autoconocimiento, para saber reconocer aquello que te da energía y aquello que te la quita. Ayuda a afrontar esos saboteadores que todos tenemos en la cabeza, que son los miedos, las dudas… Aprendes a identificarlos para hacerles frente".
Optar por este método lo considera "una decisión muy personal". Todavía no está muy extendido en el fútbol. Y los resultados, como en todas las disciplinas relacionadas con la psicología, no son exactos. "Esto no son matemáticas y no existe una solución para todos los problemas. Tampoco por entrenarte más horas te garantizas un rendimiento perfecto porque el error es algo humano y siempre va a estar ahí. A mí esta labor que hago me ha venido bien", argumenta.
Sobre todo para afrontar la presión que La Catedral ejerce sobre sus porteros. "Yo no sé cuál es la exigencia de San Mamés hacia mí. Sé lo que siento y he explicado, puedo explicar cómo me he sentido en cada situación. El día del Espanyol la cosa fue de una manera y el del Valencia de otra muy distinta. Un día sentí dolor y pena y en el otro me sentí tranquilo e integrado otra vez en la familia del Athletic", resuelve.
El momento más crítico, con los pitos y los aplausos de sorna ante el Espanyol, lo ha sabido transformar en algo positivo. "Me lo he tomado como un reto más en mi carrera. Llegué a casa y pensé que tenía dos opciones: sentirme víctima o sentirme protagonista. Las víctimas normalmente son inocentes, no tienen culpa, pero adoptan una postura que no ayuda a superar el problema planteado. Así que decidí ser protagonista para poder sacar lo mejor de mí y ponerlo al servicio de mis compañeros".