El delantero donostiarra reconocía ayer en Lezama que "las imágenes hablan por sí solas", pero también que "mi tono debió ser otro", debido a que tras ver la cartulina roja se dirigió al trencilla andaluz recriminándole que "es una puta vergüenza que me expulses por esto".
Ahora el rojiblanco, que admite que "fue una reacción instintiva que tenía que haber controlado", ha pagado las consecuencias al ser castigado no por la tarjeta roja, que se ha desestimado, sino por desconsideración al árbitro y por dirigirse a él de malas maneras tras ser expulsado.