Que de cosas había en juego hoy en La Catedral. El liderato, la plaza de Champions, el reto de derrotar de nuevo a un líder, el orgullo, y hasta las ganas de revancha acumuladas hervían... Y no empezó mal la tarde con la derrota recien conocida del Sevilla en Balaidos, el ambientazo se palpaba con una grada encendida, pero enfrente había mucho toro.
El riesgo era pasarse de revoluciones, porque ambos equipos presionaban tanto que se hacía difícil controlar un solo balón. Tapado Iturraspe se optaba entonces por jugar en largo, circunstancia aprovechada de forma sorprendente por Iker Muniain para batir a Courtois de vaselina tras un sensacional pase de 50 metros de San José a Aduriz a los cinco minutos de juego.
Un tanto inesperado vista la habitual rocosidad defensiva colchonera y que se supone que marcaría un nuevo escenario, ya que el líder tras la victoria del Barça en Cornellá debía arriesgar e irse arriba con todo. Pero ahí vinieron precisamente los problemas y se vieron las costuras bilbaínas demasiado pronto. De hecho en el 12' Iraizoz tuvo que salvar con el codo un uno contra uno de Diego Costa tras filtrarse entre los centrales un pase imperdonable.
Y es que los madrileños sacaron músculo y un poco hasta los colores buscando la espalda de San José, que era superado una y otra vez por el delantero hispanobrasileño hasta finalmente conceder el empate en el 21 tras un error garrafal de Iturraspe en una entrega. Cada pelota vasca perdida en medio campo se convertía en ocasión de gol colchonera para desesperanza de una grada que pasó un rato realmente agobiante. A dios gracias Raúl García perdonó un nuevo gol en el 33' tras un jugadón brutal de Costa.
¿Y los leones? Pues encogidos y sin ritmo a duras penas conseguían llegar al área, pero aún así merced a una nueva peinada de Aduriz Susaeta estuvo cerca de volver a sorprender a Courtois de cabeza. Sin Herrera para organizar el ataque era la guerra de guerrillas la única opción de hacer peligro ante un líder que se había mostrado muy superior en la primera parte.
Y por si los de Valverde querían crecerse se terminó el periodo con un par de entradas de los amarillos sin castigo por parte de Teixeira II que para enfado general no sabía por donde le daba el aire. Y a la defensa del Athletic parecido, porque a la vuelta de vestuarios Costa, quien si no, casi marca de nuevo, amén de que le sacó un penalti a Laporte que afortunadamente el trencilla cántabro se comió. Por un momento el partido se rompió y las ocasiones se acumularon, casi todas en el bloc dedicado a los visitantes.
Menos mal que Godin a veces echaba una mano. Un error suyo en una salida de balón pudo propiciar que fueran los rojiblancos quienes se fueron arriba en el marcador, pero De Marcos hizo todo bien menos rematar. Fue un atisbo o más bien un espejismo, porque ya en el 56' Koke remachaba de cabeza un servicio de Filipe Luis que había llegado solo hasta la línea de fondo.
A partir del 1-2 el encuentro entró en una fase de quiero y no puedo. La sensación de impotencia se hizo patente durante muchos minutos al no poder superar la telaraña del Cholo, salvo en algún chispazo suelto, pero todo cambio de la mano de Toquero que tardó demasiado en entrar al campo. Un centro del alavés fue rematado por Aduriz en la mejor ocasión de los bilbaínos que fue respondida por un paradón brutal de Courtois, también hubo un buen tiro de Muniain, o hasta se pidió un penalti sobre el propio Gaizka por un forcejeo.
La expulsión de Laporte por doble amarilla acabó con cualquier expectativa de empatar, dejando un panorama complicado para el siguiente choque contra el Levante sin Gurpegui ni el de Agen, y a la espera de ver qué ocurre con Ekiza. Un planazo, vamos. Habrá que respirar esta semana, coger aire y centrarse en la visita a Caparrós porque ahora lo peligroso es caer en el pesimismo. Algunas críticas parecen realmente sorprendentes.