Iker Muniain era el que mejor tiempo de arrancada tenía en tres metros de todos los canteranos de Lezama. Iñaki Williams, que llegaba a la factoría de Lezama en verano de 2012, igualaba los registros del extremo internacional Sub-21. El diamante estaba sin pulir, pero prometía. Apenas dos años y medio después podría debutar en Primera ante el Córdoba. La lesión de Aduriz le empuja, sus goles y progresión a marchas agigantadas hacen el resto. “Cada día es mejor que el anterior”, describen técnicos del Athletic.
Después de rubricar 35 goles con el Juvenil de Honor entre Liga y Copa, el curso pasado marcó 15 goles juntando sus actuaciones en el Basconia y el filial, y este curso se ha destapado sumando ya 11 en 15 partidos con el Bilbao Athletic, con lo que la Segunda B se le empieza a quedar pequeña. Un bagaje que le señala como el pichichi de la categoría y que el encumbra como asistente, sin ir más lejos el domingo pasado ante el Atlético B, yéndose por piernas, marca de la casa, y dejándole en bandeja a Sabin Merino otro gol más. Dos entrenamientos arriba han convencido a Valverde, que ve a un diamante que va perfilando las aristas. Los informes son inmejorables. Cada semana mejora, su techo es desconocido y su ambición destacada. Quiere ser futbolista y de los buenos. Con espacios, con metros por delante, desborda, es letal, de espaldas va progresando y en el disparo atinando. Un peligro constante para las defensas rivales por su endiablada velocidad, precisamente lo que marca la frontera entre un jugador de Primera y otro de segundo escalón. El Athletic le blindó hasta 2017, con 6 millones de cláusula e incrementando sensiblemente sus emolumentos. Si juega diez partidos con el primer equipo pasaría a prolongar su contrato tres años más y registrar 20 millones de cláusula. Bayer Leverkusen y Everton se personaron hace dos semanas en el Salto del Caballo de Toledo para seguir sus evoluciones. Dos clubes de Segunda han solicitado su cesión, pero el organigrama técnico de Lezama lo tiene claro. No hay concesiones, se le necesita aquí y ya es llamado a filas. A Williams, de 20 años, se le cuida con mimo, pero las circunstancias mandan y se sabe que representa una apuesta segura.