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Valverde: El otoño del patriarca

Kuitxi

En 'El otoño del patriarca', una de las joyas más preciadas de la colección literaria del colombiano 'Gabo' García Márquez, un decrépito dictador de la 'gran América' por la que se desangraba en versos el humanista cubano José Marti, llega al paroxismo, brutal y humorístico al mismo tiempo, cuando ubica en una barcaza rio abajo a los niños que habían pervertido el sorteo de la loteria nacional luego de ser aleccionados para sacar de un bolso de mucho fondo las bolas que previamente habían sido calentadas con el fin prevaricador de que el Estado se quedara con todos los premios gordos que acarreaban dinero a chorramortero, a cascoporro también llamado, que no 'a la sopa tolondra', expresión que sugiere un modelo aleatorio de repartir los dineros.

Pues bien, esos niños, engañados con la promesa de una excursión apasionante por la Colombia profunda, saltaban por los aires, aquí visceras, ahí testas, allá extremidades, luego de ser activada la bomba oculta bajo el suelo de la nave. Pobres niños. Mártires infantes. Mejor silenciarlos para siempre antes de que se fueran de la boca.  Ernesto Valverde incidía en ser entrenador de tan sólo media legislatura. De ahí la sorpresa, gozosa para unos, desalentadora para los que siempre están a la espera de un juego intrépido que los enamore más allá de aquel corto idilio con el 'loco' Marcelo Bielsa, de noticion en toda regla se está hablando, cuando 'el entrenador que fotografiaba a sus jugadores', se dejó querer un curso más por su compañero de fatigas y ¿amigo del alma? Josu Urrutia. Lo que funciona no se toca. Trienio verde de la esperanza. ¿Un año más?  Tiremos la casa por la ventana. Cuatro temporadas al mando del Athletic, como Joaquín Caparros pero con mejor trato, respeto, y hasta devoción por parte de la prensa.  Luego del esperpento que supuso el choque frente al Sassuolo. Tras una segunda mitad caótica. Rojiblancos como en patio superior de un colegio apadrinado por los Altos Hornos de Bizkaia. Una suerte de 'Gordos contra flacos', 'Solteros contra casados', 'Feos frente a guapos', 'Parados contra operarios', 'Agnósticos contra creyentes', 'Rebeldes y burgueses', 'Tiranos y guerrilleros'... "Cojonudos", como los espárragos bautizados por un rey en la Navarra ribera.  Ironía, rabia contenida, piñata infantil, sopa boba, leña al mono que es de goma, tiro al plato, bolas de trapo contra una torre de botes. Ernesto perdió una gran oportunidad para no ser esclavo de sus palabras, ni dueño de su silencio.  Llegó cegado a la sala de prensa Jose Iragorri. Pero con la lección muy bien aprendida, a modo de alumno sacrificado que cambio las colonias de verano por una academia especializada en licenciar a 'Patriarcas para el Otoño'.  Se despacho a disgusto. Confieso que cuando se disparó de primeras con lo de "un partido cojonudo" le creí sincero en una autocritica sana y de libro. Craso error. Ernesto, como su tocayo el "Che", se tiró al monte con el riesgo de perderse en la Sierra Maestra.  "Ironía", me dije, pero...¿castiganndo a quién? ¿A su figura de entrenador? ¿A sus futbolistas? ¿A la afición? ¿A los periodistas?  Cuando rompió en llanto para humedecer el frio plato de su venganza, Ernesto Valverde empezó a desvariar. Se equivocaba. Gigantes donde molinos. Palos de ciego. Injusto, en cualquiera de los casos.  Cuando Alberto Negro, periodista compañero de Radio Euskadi, un pedazo de pan, educado hasta decir basta...¡Basta!, le cuestionó a 'Txingurri', "Ernesto: todo tipo de flecos al rincón de lo prohibido, "¿Qué valoración haces del juego del Athletic en este partido frente al Sassuolo"?...  Valverde, que ya se había despachado a gusto volteando muñecos y descabezado títeres, tenia una magnífica oportunidad para regresar al universo donde reina la cordura,  utilizando la autocritica y el rapapolvo a sus pupilos luego de un partido demencial, únicamente entendible si el Dios Caos, con la necesaria colaboración de "Caco' (por aquello de tanto hurto de fútbol), hubiera hilvanado desde lo alto cada secuencia del ¿fútbol? desplegado por los leones.  Luego de 24 horas para la reflexión, escribiendo desde el frio y la mesura, me reafirmo en la convicción de que, en su cuarto año al mando de la Patria Rojiblanca, Ernesto Valverde está siendo presa y esclavo de ese rol, tiránico y altivo, que 'Gabo' García Márquez reservó en su día para el protagonista, triste, tierno, infantil, cruel e injusto, de "El Otoño del Patriarca".
Por Luis María Pérez, Kuitxi, periodista y exfutbolista del CF Portugalete

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