El futbolista del Athletic Club Iker Muniain pareció ante el Atlético de Madrid el Muniain que se espera en San Mamés. Sobre todo como mediapunta, su hábitat natural, culebreó, estiró al equipo y desatascó la zona ancha cuando el trivote colchonero más apretaba y peligraba el resultado. El navarro asumió su rol, y el equipo lo agradeció.
En un partido de fajarse, de cuerpo a cuerpo, correoso, Muniain, al ver que no le llegaban balones, optó por asumir las riendas. Bajó a recibir y al que se le tilda en ocasiones de indolente, no se arredró. Reclamó en cuero, lo escondió a veces, lo transitó con verticalidad, recibiendo zancadillas como forma de cercenarle. Pero se levantaba.
Los rivales colchoneros le iban saliendo la paso, pero el de La Txantrea percutió una y otra vez, hasta acabar en el suelo. Con tendencia a escorarse a la izquierda, entrando en diagonal, combinó con Balenziaga y Lekue, perseveró e intentó el disparo, aunque flojo desde la frontal, pero sobre todo habilitó hacia sus compañeros más adelantados. Muniain ha vuelto, para sosiego de un Ernesto Valverde que siempre ha apostado por él, incluso en los peores momentos.