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¡Cómo te echo de menos San Mamés!

Ager Sarduy

Para muchos es más que una costumbre, como una religión, como una obligación… estoy hablando de ir a San Mamés cada 15 días a ver los partidos de nuestro Athletic Club. Todos coincidimos en una cosa. Es un campo increíble, con una acústica fantástica, situado en el centro de la ciudad. En una palabra, tenemos un campazo.

Soy de los que piensa que cuando compras un coche nuevo, potente y seguro, te olvidas rápidamente del viejo que daba muchos problemas y visitabas a menudo el taller. Que si compras una casa ámplia y luminosa, te olvidas rápidamente del viejo apartamento, pequeño y oscuro, con goteras y sin calefacción.  Y así, llegamos a tener el nuevo San Mamés, un campazo. Pero qué curioso. Algunos seguimos echando de menos el viejo San Mamés. El de los asientos incómodos y con poco espacio, que apretabas tus rodillas contra el asiento de la fila delantera. El de las goteras los días de lluvia. El de las columnas de la tribuna este alta que impedía ver todo el terreno de juego a más de un espectador que había pagado la correspondiente entrada.  Pero sobre todo, echamos de menos el calor de la grada, el ambiente del viejo San Mamés, la unión de la grada con el equipo a la hora de animar. Echamos de menos que el equipo contrario se sienta “acojonado” (perdón por la expresión) porque la Catedral empuja mucho.  Hay días en el nuevo campo, en el campazo, que parece ser un domingo en el teatro, en el Guggenheim o en el Arriaga. Es mejor no discutir con tu pareja, amigo o familiar, no vaya a ser que los de la tribuna de enfrente escuchen la conversación. Y es verdad que no hay goteras ni columnas, que tenemos todo el espacio del mundo, pero no tenemos una cosa esencial en el deporte en general y en el fútbol en particular. ¡¡¡El calor de la grada!!!  Alguna solución hay que darle al problema. No sé si hay que centrar la grada de animación, si hay que meter más abonados a precios más asequibles, si hay que inventarse nuevas formas de animar…
Sólo sé que San Mamés merece ser ese campo que empuja hasta morir a los suyos y acojona a los contrarios.  Y no volver a acordarme de esa frase: “cómo te echo de menos San Mamés”.
Por Ager Sarduy Azkoaga, periodista de Bizkaia Irratia

@agersarduy

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