El inicio de temporada del Athletic Club no llega a ser preocupante porque la flor con la que ha caído Cuco Ziganda en el primer equipo le ha permitido sacar adelante al grupo una serie de puntos, y la clasificación europea, que han actuado de potente maquillaje. Pero en Málaga se cayeron de un golpe todos esos retoques estéticos y eso permite echar la vista atrás con cierto miedo escénico.
No voy a hablar del mantra de las rotaciones que se ha autoimpuesto el entrenador ni de jugadas o jugadores concretos que han comenzado fuera del nivel que se les supone. Lo que más me preocupa es que un equipo, un club en general, que debería tener la actitud de derroche energético que tienen equipos de nivel inferior o equipos como el Atlético al que precisamente ese derroche de todo les hace más grandes de lo que quizás sean en realidad, no la tiene o al menos no la saca a la luz. Lo que antes se llamaba casta y hacía grande al Athletic. El Athletic se hace la competencia a sí mismo y eso no permite los pluses de productividad que se ven en otros equipos donde las castañas son más difíciles de conseguir o donde al día siguiente te puedes convertir en un comepipas en la grada. Además, la permisividad de la afición también influye. Una permisividad sorprendente en muchos casos. No me imagino a todos y todas los que “perdonan” absolutamente todo diciéndoles a sus hijos “no pasa nada cariño, has suspendido cinco asignaturas pero lo importante es que te lo pases bien y defiendas los colores de nuestra familia”.@OyeAthletic 95.1FM y @TribunaAthletic.