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La bendita imperfección del Athletic

Kuitxi

Pensativo. Febril. Pálido. Grave. Pensando en qué decir, cómo orientar, qué destacar, cómo concluir, me subió la temperatura. Me miré al espejo: era un rostro pálido. Asustado por mi presunta gravedad, decidí arrimarme al sol que más calienta. Y como no había, como el cielo estaba nublado, como llovía, me retrotraje al sol de la noche madrileña, cuando a escena salió el 'astro' y la temperatura se elevó en grados hasta alcanzar el carácter febril de una persona encendida. Era Van Morrison, ese genio viejo con su viejo genio. Tocó. A algunos, la fibra, a otros, los cojones, dos tipos amargados que salían del Wizink Center echando pestes, un tal Daniel Sanchos que, en su blog 'Principios de Inducción', titula 'El León acomodado'. Quizás les asista la razón a estos dos agentes y le pueda la pasión a ese resto que se resume en 'La maldita perfección de Van Morrison'

Viajé hasta Madrid para encontrarme con mi yo más profundo, y salí, una vez más, decepcionado. 'El León de Belfast' es perfecto sólo y cuando a él le da la gana. Como el Athletic. Porque -sucede-  que ambos tienen sus años,  y sus días de gloria, como dice Milanés, "se fueron volando  y yo no me di cuenta, sólo la memoria me va recordando lo que un día fueron".

El mejor Van Morrison, o sea, el verdadero, es un genio que echa humo cuando al CD se le frota. El mejor Athletic, es decir, el añorado, es cuando 'Pitxitxi' abrió la lata, al mismo tiempo que el 'cowboy' de Belfast se encerraba en una habitación de New York para grabar 'Astral Weeks' en el segundo lustro de los sesenta. Gainza a burrukutxus elevando al cielo de Madrid la enésima Copa del Athletic. Morrison y su directo en Dublín en el 95. La UEFA de Koldo Agirre en el 77 liderada por Villar, Irureta y Txurruka. Las dos ligas del 'rubio' de Barakaldo, un Javier Clemente que, con el paso de los años, diríase que ha pasado a la historia como un torpe utillero en vez de un entrenador campeón. Enlightenment (¿Qué se cantaba en los días anteriores al rock 'n' roll?). 'Himns to the silence'. 'Avalon Sunset'. Los destellos de Howard Kendall. Luis Fernández y la Champions al ritmo de Urrutia y Alkiza. 'Days like this'. 'The Healing Game': el juego curativo.
La música y el fútbol. Ambos. A la vez, al mismo tiempo. Tan curativo es un 'Shenandoah' como el partido más delicioso que nos regaló Jupp Heynkes. 'Little  Village' y la gloriosa remontada frente al Racing en la sede de la Peña Athletic Club 'El Castillo de Sabiote' el lado que cerraba, y cierra, el triángulo mágico del arquitecto manchego Andrés de Vandelvira. 'Back on top' en 'La Trini' de Donostia. La segunda época de Jupp. 'Down the road'. 'Magic Time'. Cuidado. No nos dejemos llevar por el título de este disco prodigioso, que a la vuelta nos espera el 'bienio negro', aquel incendio brutal de cuyas llamas, aún sin ser bomberos, nos tuvieron que sacar Javier Clemente y un tal 'Mané', José Manuel Esnal, el encartado al que, por mucho que lo intentemos, no encontraremos la forma de hacerle justicia por los servicios prestados a la causa más sagrada. 

'Keep it simply', hagámoslo sencillo, madre mía qué pedazo de disco, canción a canción lo desgranaba José Iragorri mientras leía las Crónicas que Kuitxi le dedicaba al fútbol con el que Joaquín Caparrós recondujo el rumbo de una nave que se iba a pique. Ni perfecto, ni imperfecto. El Athletic se encontraba estable. Hasta que llegó Marcelo Bielsa y elevó a los leones  a ese mítico monte de Grecia donde dicen que siguen habitando los Dioses. Con él, con el 'Loco' de Rosario, el Athletic, quizás por primera vez en su historia, alcanzó la perfección en su manera de concebir el fútbol: 'LA BENDITA PERFECCIÓN DEL ATHLETIC'. No se trata del equivocado recuerdo de un pasado idealizado. Aquella eliminatoria frente al Manchester United la tengo a buen recaudo en la sala de dormir de la casa de los sueños. 

Se fue Bielsa. Vino Valverde. Fin de la 'revolución'. Ya nada volvería a ser distinto, y, como canta Ismael Serrano, "bajo los adoquines no había arena de playa". Mientras el Athletic no enamoraba, con Van Morrison me empezó a suceder tres cuartos de lo mismo. Hasta que en 2016 se le fue la olla y de la manga de su perfecta sensibilidad se sacó "esa maravilla que se refleja en tu rostro cuando apareces en el jardín delante de mis ojos": 'Keep me singing'. Mantenme cantando. No permitas que deje de cantar.
Hace poco más de dos meses, regresando del funeral de mi compañero Marqueta oficiado en Trapagaran, me dio por atajar atravesando lo viejo de Urioste. Noche cerrada. Camino de Portugalete. Andaba y andaba, y terminaba llegando al lugar de partida. No entendía el porqué de mi deriva. Recuerdo que, auriculares incrustados en mis oídos, escuchaba la última joya de Van Morrison: 'Memory Lane', el Carril de la Memoria. ¡La puta perfección de Van Morrison recién cumplidos los 72! ¿Es éste el carril de la memoria? Y como nadie me contestaba, rompí a llorar. Llanto de emoción. Lágrimas de añoranza. Tanto sentimiento y no poder hacer nada contra la muerte. 
Tanto deseo, tanta pasión, tanta entrega, tanta devoción, tantas ganas, tanta fuerza, tantos corazones unidos… y no ser capaces de recuperar los días de gloria de este Athletic nuestro que nos vuelve locos, el de Old Trafford, sin ir más lejos, así en el espacio como en el tiempo. Se puede. Jugar bonito y ganar. Se puede. Marcelo Bielsa lo demostró. 

Aunque sin pretenderlo, quizás les haya confundido hasta el extremo de que, en este momento, ustedes estén convencidos de que esto que escribo no sea una crónica de fútbol. ¿De qué escribiría sino de fútbol en un periódico deportivo en el que el Athletic es una religión?

'No religion'. Lo canta Van Morrison. Sin religión. Sin 'volver a unir'. 'No guru, no method, no teacher'. ¿Qué hacer para que el Athletic le vuelva a dar ‘sopas con honda’ a la Real Sociedad?
Empate a cero goles en el Athletic-Real más triste del mundo. ¿Qué nos pasa? ¿Qué nos falta? ¿Un día, un niño, un don? ¿Qué buscamos: la gloria o tan sólo sobrevivir? ¿A qué aspiramos: a la función del 'Teatro de los Sueños' o a la bendita imperfección del Athletic?
Por Luis María Pérez, 'Kuitxi', exfutbolista y periodista

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