Y de repente... ¡el Athletic!

Desde la saturación de partidos, desde el vacío de ideas y sentimiento que me produce el empacho de fútbol, desde la tabla rasa que soy, como si niño sumerio fuera, como chaval que creció fascinado abriendo sobres de cromos para toparse con la estampa de Iribar, aprehendo mi tablilla de arcilla a fin de acuñar con mi dedo índice fragmentos de un discurso que nunca tuve en mente porque el pozo de mi ingenio está vacío, húmedo mas seco, ni siquiera en nevero se ha convertido luego de la severa nevada que fue capaz de cuajar hasta en el jardín de la casa de los sueños...

Se cargó el Athletic al Spartak: y bronca. Se ganó al Málaga mediando remontada: y 'Cuco, vete ya'. Y cuando todo parecía perdido, cuando nadie dejaba dinero en las casas de apuestas a favor del Athletic, cuando algún aficionado aventuraba un 0-3, van los leones y... ¡zas!... Zarpazos por doquier durante los noventa y tres minutos del partido.
  Visto lo que que uno veía sobre el mimado verde de la Catedral, costaba entender que los equipos en contienda estuvieran estuvieran separados en la tabla por dos decenas de puntos. ¿Cómo puede ser?... ¿Qué es lo que había sucedido desde el hoy de ayer hasta el inicio de la cuna?... Un viaje muy largo, con alforjas para regalar a todas esas tribus nómadas que aún siguen vagando por las ignotas tierras del planeta.
Sísifo, rebelándose contra su maldita mitología, cuando, en la base de la colina, las deidades permanecían a la espera de que cargara con su pedrusco montaña arriba, llamándose a andanas, le dijo 'nones' a la Odisea... En casa, por fin. Itaca y San Mames, ciudades hermanadas. Penélope, estoica, había soportado la espera, no sin el sacrificio que supone haberle robado a la Catedral más de 20.000 moscones.  Aquiles, fogoso, se unió con su amante. Noche ardiente en la que se cruzaban preguntas y no reproches: ¿Dónde has estado?... ¿Cómo te ha ido?... En vilo me has tenido soportando cómo de tu hombría se dudaba, como tu honor se ponía en entredicho, como tu valía se equiparaba a las fechorías de Caco el ladrón y a todos los despropósitos que se producen cuando Caos se pone al frente de las operaciones... Y de repente, aquí estás, cual si nada hubiera ocurrido, como si el viaje y las alforjas fueran el debido tributo que se le debía a Cronos para que Fortuna gritara en el Olimpo que 'la Ocasión la pintan calva'...
  A por todas. Sin complejos. Casi desnudos, como los hijos del mar... Cantábrico que reciben al ejército mediterraneo que, por dinero, son capaces de defender un escudo en el que se estampó la figura de un murciélago, saguzaharra, ratón viejo, como viejo es el zorro entrenador, Marcelino, que, por mucho que se empeñe, jamás podrá disimular la admiración que siente por este Athletic que acaba de homenajear a Quini, silencio, no se rueda, el balón, el balón no rueda. ¡Qué lindo y emotivo suena el silencio cuando es total, sentido y respetuoso!...  Ya de inicio aquello era otra cosa. Incluso cuando Kondogbia marcó la parroquia no se descompuso. Ni cuando Aduriz desperdició de manera lamentable el dulcísimo caramelo del penalti. Arriba se vino cuando 'Desmarcos' cazó un rechazo al borde del área y alojó el balón en la 'cazuela'. A partir del empate, el Athletic fue a degüello. El Athletic, nuestro Athletic, el de siempre en nuestro corazón, el de nunca sobre el campo.
¿Será porque 'el de La Guardia' ya es de la partida? ¿Porque Saborit se siente futbolista? ¿Porque Iñigo Martínez ya dirige cual 'Mariscal' desde la retaguardia? ¿Porque Beñat se ha reencontrado? ¿Porque San José pidió perdón y San Mames le ha perdonado y vuelve a rendir desinhibido? ¿Porque el califato de Córdoba fue desde el alfa hasta el omega?... Tantas preguntas y como si nada, porque, como decía Saramago: "Para que preguntar cuando la respuesta no se espera"...
  Había, era evidente, un grupo ingente de parroquianos, piedras en mano, dispuestos a lapidar a un entrenador. Cuando, de repente, como si fruto del milagro de la congruencia, de la sensatez, de lo intrínsecamente 'leonino', ¡el Athletic, en casa!... cual Aquiles amarrando en el puerto de Itaca luego de la casi eterna guerra de Troya. Guerra. Troya. Caballo de... Empujando el equipo al 'ariete' a fin de que pudiera derribar la puerta de la ciudad en la que reina Marcelino.
No se pudo. No era la tarde de Aduriz. Venía del desacierto desde el punto fatídico. Aritz, el Zorro, nuestro Aquiles. Tan solo nos faltó su gol para que San Mames acabara sacando a hombres a los dignos herederos de un 'Txopo' que hoy celebra sus 75 años envuelto en su ropaje de diamantes.
Por Luis María Pérez, 'Kuitxi', exfutbolista y periodista