En la mañana del día 8 de marzo, las 'leonas'que adiestra Joseba Agirre habían llevado a cabo un simbólico paro de cinco minutos antes de dar inicio a su entrenamiento en las instalaciones de Lezama. En su condición de mujeres y futbolistas que sudan la gota gorda en pos de un profesionalismo que las permita vivir dignamente practicando el deporte que aman y al que se entregan con el mismo entusiasmo que los hombres, no pretendían sino sumarse a la jornada reivindicativa que llenó de mujeres 'guerreras' las calles de Bilbao, con la sana intención de que ser féminas. No es sino una de las dos caras de la misma moneda que lanzó al aire el 'precursor' de la humanidad.
A las nueve y cinco de la noche, en el Vélodrome de Marsella, el 'otro Athletic', el masculino, ese que concita la atención de las masas y la dedicación exhaustiva de los medios de comunicación, se medía al Olympique en el partido de ida de los octavos de final de la Europa League, la UEFA de toda la vida. Aunque la deriva alocada, caótica, desesperada y vergonzosa de la plantilla de un Athletic entrenado por Cuco Ziganda no auguraba nada bueno, los que no creemos que el devenir de un equipo de fútbol esté escrito en las vísceras de un ave nos aferrábamos al tópico de que el fútbol, del mismo modo que "es así", también es y será impredecible.
Andoni Zubizarreta, director deportivo de la entidad de la Massalia griega, mediterránea y provenzana, ya había advertido de que "el juego que practica mi equipo nada tiene que ver con el estereotipo que el público tiene del 'modus operandi' del futbol francés". Son futbolistas más físicos, poco amigos de la especulación, intensos, un fútbol de ida y vuelta, que sólo encuentra reposo cundo el árbitro hace ¡pi-pi!.
Por el resultado, contundente, por la imagen del equipo, lamentable, podría decirse que el Athletic no hizo sino escenificar el enésimo capítulo de su tan gustoso 'deja-vu'. Sin embargo, en esta ocasión, me pareció que la manera de sucumbir que escogió el Athletic fue diferente a todas las anteriores. Creo saber el motivo. El cómo. El porqué. La razón. La causa que provocó un efecto tan nocivo para la familia rojiblanca.
El Olympique, ya de salida, se cebó, hasta machacar, a su oponente a base de una velocidad endiablada y una fuerza descomunal de todos y cada uno de sus futbolistas. Y es que estábamos en el Vélodrome, romanos y griegos en alianza para crear un escenario rectangular, con curvas en sus vértices y peraltes para que todo resultara más acorde a un reto de velocidad.
El Athletic, en esta ocasión, básicamente fue inferior porque sus prestaciones físicas y las de los jugadores galos guardaban la misma distancia que existe entre Fideo y la pareja Asterix-Obelix de los tebeos. Argumentado que la superioridad de la jornada se decidió por el abuso, apuntemos que, no obstante, de no haber cometido el Athletic tres errores de bulto muy pesado, el partido podría haber finalizado con empate a cero goles.
Pero, claro, Ziganda y su ejército de soldaditos de plomo, al tanto de los cinco minutos de paro que habían protagonizado sus compañeras leonas en Lezama, algo tendrían que hacer que a los ojos del mundo entero semejara una muestra de solidaridad con esa mitad del planeta que sigue naciendo femenina. "¿Cinco minutos de huelga ellas? ¿Nosotros, aquí, cual si no pasara nada? Ni pensarlo". El Olympique abusa de nosotros con su fuerza desmesurada. Cierto. Pero para que en el luminoso se refleje la gran diferencia, al marcador deben subir goles. ¿Cómo, empero? Y fue entonces que empezó la huelga de los futbolistas del Athletic.
Ni un minuto había transcurrido cuando De Marcos entendió que su manera de manifestarse era la de la ¡prevaricar! Un balón inocente se ha colgado al área, al segundo palo, ese que, junto a un rival, ocupa en su condición de lateral derecho 'Gudari' el de Biasteri-Laguardia. Vuela el balón. Dos jugadores en disputa. Pero, ay, por qué, De Marcos, cómo entender que mientras el delantero va en busca del balón tú permanezcas inerte, brazo en alto a modo del 'fascio' romano o cual guardia de circulación, o manera sumamente infantil de pedir un fuera de juego para intentar justificar tu desidia, tu desgana, esa prevaricación que para salir indemne del castigo conlleva por ser delito flagrante. Más te valdría que tu inacción haya obedecido a un gesto de solidaridad con tus compañeras de Lezama. "Si ellas, cinco minutos, a mí con cuatro segundos me bastan para colocar a mi equipo en desventaja en el marcador". Uno a cero.
Y Iago Herrerín, de portero, un guardameta vendido. ¿Cómo?, de manera traicionera; ¿cuándo?, apenas medio minuto. Espectacular, llamativa manera de solidarizarte en el día en el que la mujer clamaba en las calles por una humanidad igualitaria, en la que los sexos no sean más que unas marcas que el físico trazó en el alfa el que en las alturas hilvana.
Y he aquí que donde la gran mayoría ve el inicio de una hecatombe, las leonas de Joseba Agirre, atentas a la pantalla, sonríen complacientes por el pedazo de gesto que Óscar de Marcos acaba de tener con ellas y el sentido deseo de que las leonas, como canta Francis, de Doctor Deseo, lleguen algún día ¡AL PODER!
Quince minutos. Apenas. Y al Athletic le da el cuarto de hora. De Marcos, que ya se ha sacrificado lo suyo y algo más, le mira de reojo a Etxeita, apegado a la línea de fondo. Allí está, central que se apresta a recibir el regalo envenenado de un balón que no parecía cosa de otro mundo. Quizás fuera Balenziaga el que retrasó el despeje. Sea como fuere, Etxeita, cegado, ve un clavo ardiendo donde sólo había un balón, o, quizás, un pequeño meteorito que se lo quiere quitar de encima de un gorrazo. Torpe rechazo. Con 'la tonta' quiere quitarse el esférico de encima. Y le sale un churro. Una porra madrileña. El balón se aleja y de seguido retrocede, boomerang, Australia en el recuerdo. La pelota traza una curva para terminar flotando encima del punto de penalti, como a la espera del pecho de Payet, que, sin agradecer el regalo, ingrato él, controla con el pecho y la baja, y luego dispara a romper, a bocajarro. Herrerín no puede sino estirar sus brazos como en gesto de súplica: ¿Por qué a mí, por qué yo, del todo inocente?. Dos a cero.
Y Herrerín, de portero. Arquero que salvará al Athletic de una severa goleada, pero que tendrá un papel primordial en el tercer gol que el argentino Ocampos habrá de encajarle en la segunda mitad, cuando, tras un remate deficiente, sus manos, al intentar atajar el cuero, se volvieron blandas como la plastilina. Tres goles a uno.
¿Uno? Ah, sí. Al filo del descanso el juez de portería tuvo un espejismo y le dio al Athletic de beber luego de ofrecerle las frescas aguas de un oasis. Me mostré receloso cuando vi al 'Zorro' apropiarse del esférico. Había errado frente al Valencia. Me esperaba de él lo que terminó llevando a cabo. Un golpeo magistral, a lo Panenka. Era el dos a uno. Un marcador que a todos se nos antojaba de cine viendo la catástrofe que estaba descomponiendo, una vez más, a este Ave Fenix en el que se ha convertido el Athletic desde que Urrutia, un presidente que no da la cara, le dio a su compañero de fatigas José Ángel Ziganda el cetro de mando que le convertía en el entrenador del equipo que "venero".
"Creo que se puede, que no es inalcanzable. Esta plantilla merece un voto de confianza porque nunca se rinde. De ahí no me apea nadie" (Ziganda dixit). Lo dice él. Pero el responsable de que así se pronuncie por enésima vez no es él, sino Josu Urrutia, el hombre que tiró la piedra al ubicar a Cuco en el banquillo, pero que esconde la mano cada vez que el Athletic protagoniza un capítulo más de la historia de nunca acabar.
Ésta, la del partido de ida de octavos de final de la Europa Ligue, ha llegado a su fin. Reconozco que mi capacidad de contracronificar al Athletic es inversamente proporcional al paso de las jornadas. Seco. Estéril. Soy incapaz de dar a luz palabras que enciendan la imaginación de las lectoras, esas mujeres que estremecen al trovador Silvio Rodríguez. Por ellas. A ellas dedicada esta contracrónica que con las palabras del sensible cubano termino:
"Me estremeció la mujer que parió once hijos, en el tiempo de la harina y un kilo de pan. Me estremecieron mujeres que la historia anotó entre laureles, y otras desconocidas y gigantes, que no hay libro que las aguante. Me han estremecido un montón de mujeres, mujeres de fuego, mujeres de nieve, pero lo que me ha estremecido hasta perder casi el sentido, lo que a mí más me ha estremecido son tus ojitos, mi hija, son tus ojitos divinos".
Post-Scriptum: Ahora que Forges ya no puede hacer viñetas, no estaría mal que la imagen de las mil palabras corriera a cargo de Olmo y su inmortal 'Don Celes'. Porque esto que hace el Athletic partido a partido ¡es de chiste!
Por Luis María Pérez, 'Kuitxi', exfutbolista y periodista