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Ziganda rebela el porqué

Kuitxi

No. No era normal. En absoluto. Todo era antinatura. La lógica se había perdido. Imperaba el caos, en todo lugar, a cada instante. La cordura era quimera, unicornio azul, y,  encima, extraviado. Murphy legislaba cuando al Athletic Club, sospechoso de todo pero enemigo de nadie, le tocaba presentarse ante el tribunal semanal de partidos caseros y a domicilio.

Llegó a caer tan bajo, que se equiparó a los trencillas, que no tienen afición propia que los anime, ni peñas que los visiten, ni familiares a los que, luego de anular un gol, les dediquen el tanto invalidado lanzando besos hacia ese palco en el que la directiva tuvo la deferencia de invitarlos para que vieran cómo los suyos.
  Partiendo de la nada, eran capaces de ir dando pasos agigantados camino de la miseria más absoluta. Y es que Groucho Marx se había convertido en el guionista de los quehaceres de los leones, un grupo de futbolistas desnortados que, como buscando calor, al grito de “al montón de ropa que hay poca”, habían convertido los campos de fútbol, así el suyo propio como los ajenos, en un camarote de película en el que se reía por no llorar.   ¡Hasta la derrota siempre, comandante ´Cuco´ Ziganda!. “Athletic  o muerte: ¡perderemos!”. Todo era  como en ese sueño en el que uno se despeña por un precipicio... y cae, y cae, y cae...y no deja de caer, como si el abismo fuera un pozo sin fondo, cuerpos que no encuentra sostén, y de ahí el miedo, el pánico, el terror, estar convencidos de que la pesadilla en la que se hallan enfrascados es más verdad que el escenario que sus ojos registraron antes de meterse a la cama con la intención del que quiere cerrar los ojos para abrirlos en ese mundo mejor que se dio en llamar “Paradise”.
  El Athletic era un destastre absoluto. Un sistema de signos  tan enrevesado que no había en todo el planeta fútbol experto en semiótica tan avezado como para descifrar el por qué un equipo de fútbol plagado de internacionales en todas las categorías era capaz de superarse a sí mismo en lo que concierne al alejamiento de la esencia que un día, no muy lejano, le había hecho pasearse orgulloso por las pasarelas más prestigiosas del continente europeo. Old Trafford, sin ir más lejos: ¿se acuerdan de la exhibición del Athletic de Marcelo Bielsa en el que un día se dio en llamar el ´Teatro de los Sueños´?... ¿Sí?... ¿No?...  Y es que hubo un día en el que, en Manchester, los liderados por ´el loco de Rosario´ se dieron un baño de autoestima al mismo tiempo que los que se-nos -sitúan-situamos al otro lado de la delgada línea roja hacían pompas con el jabón que se elevaba y en el aire quedaba flotando, como a la espera. Pues bien, en aquel equipo capaz de materializar algo tan abstracto como  la fantasía que genera felicidad en toda aquella persona que por ella se ve envuelta, figuraban futbolistas como San José, Iturraspe, Susaeta, De Marcos, Muniain, cinco pilares que, si a uno se le da la potestad de conformar un once de garantías, podrían, perfectamente, saltar de inicio al mimado cesped de la Catedral.
  Cinco. Ahí es nada. ´Los cinco lo pasaban estupendo`. Hasta que, luego de un año de vacas flacas,  cuatro de vivir como si cada partido fuera el último de sus vidas, o acaso el de su entrenador, un tal Ernesto Valverde, esta mitad del todo que son  los ´jugadores  de campo´ más el lujo  en la portería de Kepa Arrizabalaga, pasados a manos de José Angel Ziganda, entrenador que tuvo que inventarse ´un resto´ para poder entrar de lleno en la disputa, se deprimieron de tal modo que no había psico-periodista capaz de analizar hasta el entendimiento el comportamiento de unos leones que, en vez de lanzarse a degüello contra el enemigo brutal que le disputaba su terreno en la sabana, allá donde impera la ley de la selva, se hacían daño a sí mismos con zarpazos a su  entraña que, como si el budú hubiera entrado en escena, llegaban a rasgar el velo del alma de ese otro Athletic que, luego de depositarse por entero en la figura de ´sus jugadores´, terminaba la jornada semanal con el corazón y el alma hecha unos zorros.  La fiel afición del `Gure Estiloa` y el ¡Beti Zurekin! se desquició de tal modo que llegó a comportarse de extraña manera, cargando despiadadamente contra el inquilino del banquillo al que tanto llegó a amar cuando oficiaba de `nueve` y era cuco, y de adiestrador de aquellos cachorros que, tras bordar el fútbol durante un lustro, se alzaron a la Segunda como si de santa ascension a los cielos se tratara, virgen en asunción, Cristo que de manera vertical se eleva hacia el firmamento donde habitan gloriosos los querubes que un día fueron capaces de llevar a cabo las mayores diabluras sobre el verde del San Mamés de la ´General de pie´, la Tribuna Norte que se pagó  con el trasvase de Garai al Barcelona...

y esa otra del Arco que aparecía como carta de presentación cuando televisión española, en horario dominical vespertino, nos regalaba aquellos partidos en los que Matías Prats recitaba los tres primeros apellidos de ese genio llamado Fidel: ¡Uriarte... Macho... Arteagabeitia!!!!... Recuerdos del futuro. Regreso a las estrellas. Von Daniken, el gran valedor de la teoría de los ´antiguos astronautas´, es del Athletic, su más fiel seguidor, este equipo no le pertenece a la tierra, polvo de estrellas que de otro mundo vino para convertirse en roble que, firme, recto, sano, esplendoroso fue creciendo en la ´Campa de los ingleses´...  Treinta y cinco jormadas...¡y luego esto!. Treinta y cinco partidos ligueros capaces de hacer enloquecer al mas pintado de los lectores que sobrevivieron a los relatos de ese Lovecraft que perdió el juicio por acercarse demasiado a la figura endiosada del terrorífico Cthulhu, señor de las aguas siniestras del océano, de las mesetas heladas y de las tumbas, nichos y osarios de los cementerios que siguen torturando los sueños de los niños que se quedaron demasiado pronto sin padres.  A falta de dos encuentros para que la liga concluya, y cuando el que más, el que menos, se aprestaba a la enésima debacle de los leones ante su público, digamos que un cero a cinco goles  a pies del Betis de Setién y el ´hijo de Sarabia´, paseo a caballo árabe-jerezano, exhibición de los ´diez hijos de Joaquín´, humillación si es que aún el honor de la parroquia de la Catedral no había sido lo suficientemente mancillado, va `Cuco` y,  sin previo aviso para que no nos pillara a todos por sorpresa, sin mediadores internacionales para verificarlo, declara, anuncia, proclama... que la paz, el sosiego, la buena y sabia convivencia entre los que se agitan en el verde y  los que se revuelven en la grada había llegado a su inicio. Tarde, se dirá, demasiado tarde, se añadirá, pero, qué demonios, ya se dijo, Nunca es tarde si la dicha es buena.
  La dicha. Y no tanto por lo que habrá de durar, la verdad, poquito, muy poco, sino porque, con ella, uno, y se entiende que todos, nos hemos hecho ´sabedores´, por fin, albricias, ya era hora, el gentío creia que habría de morir sin saber el quién, el qué, el cómo, el cuándo y el dónde, y resulta que no, que Ziganda, por algo se le tildó un día de ´Cuco´, se había reservado la resolución del conflicto Athletic-juego-afición hasta, casi, la útima tirada con el cubilete del dado sobre el tablero verde de un estadio llamado San Mamés...  No fue cómo aquella noche en el ´Teatro de los Sueños´. Pero para uno, que ya daba el curso por perdido sin que le fuera rebelado el por qué de la causa que provocaba un efecto tan nocivo como demoledor, ver, a cámara lenta, cómo la vida del Athletic, del verdadero, del soñado, del que todo se sabe, del que todo se espera... pasa delante de sus ojos contemplando las imagenes que se reflejan en el plasma de su televisor (a las 18:30, el Portu se jugaba el segundo puesto en La Florida)... fue como una liberación, una suerte de abandono de su pesado y enfermo cuerpo a fin de convertirse en espíritu libre y sin peso que se funde con esa placentera luz que brilla al final del tunel...
  ¡Era Beñat!... ¡Era Muniain!... ¡Eran Beñat y Muniain!... ¡Los dos juntos en el campo!... El uno, oficiando de guía; el otro, dislocando las rígidas leyes que le habían tenido al Athletic atado de pies y manos durante toda la temporada...Fue Ziganda, José Angel, el de Larrainzar, el de Ultzama, fue él, más ´Cuco´ que nunca, o ´Cuco´ en esencia por primera vez en todo el curso, el que lo dijo, el que lo desveló, el que lo rebeló en la sala de prensa ´José Iragorri´ luego de que sus futbolistas hubieran dado buena cuenta de los del Benito Villamarín, zampándoselos a dentelladas de buen fútbol, de fútbol del bueno, o de fùtbol simplemente: “Con Beñat y Muniain juntos en el campo, el equipo es capaz de generar el juego que tanto se buscaba, que tanto se exigìa. Con Etxebarria e Iker, el Athletic es capaz de desarrollar un buen fútbol y de conseguir que éste se mantenga en el tiempo a base de secuencias que se repiten sin apenas descanso entre ellas”....  Tanto darle vueltas a la cabeza. Tantas noches en vela escribiendo. Tanta garganta desgañitada. Tanta tinta derramada. Tanto intelecto desgastado. Tanta conciencia desparramada en vanos intentos de explicar lo inexplicable, y de ahí la desazón y el hastío, y resulta que sí, que todo lo que sucedía era por algo, que tanto efecto, por disparatado que se nos antojara, era la consecuencia directa de un efecto tan concreto y resumido como expresar de viva voz el nombre de dos fubolistas: Beñat y Muniain.
  Con ellos, llegó la luz que iluminó el quehacer de un, al parecer de este periodista que escribe, gran Athletic, correcto en su juego, serio, a veces divertido y siempre superior, muy superior a este llamdo `EuroBetis´ que se presentaba en San Mamés como el enésimo malhechor que  habria de alejarse de la Catedral con el cadáver de los leones dentro de un saco a hombros del utillero de los béticos, de ese Betis que, luego de tanto sufrimiento, podía mirarle a su odiado Sevilla por encima del hombro...  Y podría ser verdad. La teoría de la causa efecto, la de “sin Beñaty Muniain en el campo juntos, no”, y la de “ambos al alimón dirigiendo al equipo, si”, rotundamente sí, de maner descarada, sí. Se hace memoria...y se llega a Noviembre de 2017, cuando Iker cayó herido de gravedad en aquel maldito partido frente al Zorya. Se sigue recordando... y nos topamos con un Beñat fuera de forma porque era presa de una pubalgia inconfesable. Y fue así que, con el de la Txantrea en el dique seco trabajando a lágrima viva, y con el de Igorre dentro, como alma en pena, y fuera, llorando de impotencia, el Athletic iba contando los partidos como si fueran los pequeños eslabones de un rosario más penoso y trágico que el de la Aurora.   Era ello. Era eso. Pero como Ziganda no nos lo decía, como callaba la verdad que, de haberse dicho, nos habría convertido en personas libres, todo era un despotrique de “Ziganda kanpora!, ¡Urrutia vete ya!, futbolistas que no juegan, leones que se arrastran al mismo tiempo que deterioran el escudo que defienden. Si Ziganda lo hubiera dicho... ¿O es que ni él mismo lo sabía?...
  Saber que Beñat con Muniain, insertos en un Sistema del que un día tan mal se hablara, era lo que al Athletic le faltaba para que pudiera comportarse como un equipo de verdad, y no ése otro que no era sino una cuadrilla mal avenida que tanto daño le estaba causando a este Club “Since 1898”.  Un portero. Quizás el mejor de la liga. Tres centrales: Nuñez, Yeray e Iñigo Martínez. Laterales con vocación claramente ofensiva: Lekue y Saborit.   Dos medio centros: Beñat y Rico. Dos bandas que maiobran hacia dentro: Wiliams y Muniain. Un nueve puro, un ariete, el Zorro Aduriz en su mejor versión luego de tanta función en la que no se le dio papel. 1-5-4-1. Eso en la pizarra. Porque, tras el balón en movimiento, las combinaciones eran tantas como ganas de reconciliarse los leones con el bendito público de la Catedral. Y fue así que todo empezó a fluir. El Athletic fue río. El Athletic fue agua.   El Athletic fue puro. Porque, como canta Pau Donés Cirera,  “la pureza está en la mezcla, en la mezcla de lo puro  que antes que puro fue mezcla”. Desde el orden impuesto, el Athletic ´fue´, que no es poco, ´fue´, en el sentido de existencia...se dejó ir...como aquél que no le tiene ningún miedo  la muerte. Y desde su ´no miedo´, desde su no temeridad, desde su osadía, y otro tanto de descaro, los de Ziganda golpearon con saña esa mandíbula a la que le dicen travesaño...´Huili´ en el 30´. Mikel Rico, en el 41´. Entre medias, un gol legal le  es anulado a ´Adu´. El partido es del Athletic, se escribe en un wasap ´muerto´. Un Iñaki más ágil y ligero que nunca, incrustado en un Athletic que la toca como nunca.
  Claramente superior a los verdiblancos. Lo que me lleva a cantar. “Sólo hay un equipo...y es el de Bilbao”. Lekue, liberado de la incómoda labor de defender, maniobrando en tres acumula el Athletic cuando Joaquín abandona el verde entre una ovación de las de verdad, de las sentidas, corresponde el de Puerto de Santamaría, como antes, en el descanso, lo había hecho Carles Pujol: ¡jugador de un sólo equipo!. Los leones merecían el premio del gol...  Fue en el 75´. Lekue, que se estaba gustando, amagó, fintó, cambió de ritmo, dejó derengado a su marcador hasta ganar la linea de fondo. Levantó la vista. La puso de lujo. Al palo largo. El de Aduriz. Pero el Zorro, generoso, había liberado un espacio para que lo que ocupara Muniain, que surgió como en Old Trafford lo hicera, de cabeza la pica. Uno a cero. ¡Beste bat, beste bat, beste bat!...Pero antes del segundo de la tarde, a los rojiblancos les tocó sufrir. El Betis, que había estado ´misin´, se hizo visible a partir del 85´. Pero, para su desgracia, se encontró con un Arrizabalaga colosal que venía fresco luego de haber sido espectador de lujo desde el mirador de su portería. Y en el 92... Ene bada!... Sekulako jokaldia!...
  Un despeje largo, muy largo, magistralmente orientado. Un esferico al que sólo Iñaki podía llegar. Surge la duda. Se disipa cuando el ´Usain Bolt´ de San Mamés da caza al balón sobre la línea de banda. Conduce. Gana la línea de fondo. Alza la mirada. Allí esta Aduriz. En el primer palo. Recibe el ariete. Y cuando la feligresía esperaba un remate cruzado al palo largo, el fenómeno de `lo Antiguo´ se marca un chut al palo corto que le pilla al meta bético con el pie cambiado. Dos a cero goles. El resultado ideal en el partido soñado.  En la sección ´Desmarcados´, Deme Egia se refiere a un partido “triste y desangelado”. A un Athletic “sin alma” que, en una tarde propicia, “dañó de manera severa la inocencia de los niños”. Nunca más en desacuerdo con un opinador...  Es frase manida decir que en la vida que vivimos los humanos existe un tren. Y que ese tren sólo pasa una vez por el andén que queda justo al lado de la posada en la que nos alojamos. Que se debe subir a él...o, de lo contrario, habremos de lamentarnos de por vida. A Ziganda, Urrutia le ofreció el puesto de ´Maquinista de la General´. Se subió al tren el noble navarro. Por razones que ahora, por fin, por el mismo nos han sido rebeladas, el tren del Athletic ha ido descarrilando de estación en estación.
  Muertos, heridos, damnificados. Hasta que, recuparado para su causa, para la causa de Cuco, Iker Muniain, y rescatado Beñat de la nada que habitaba, Ziganda los convocó a puerta cerrada y les preguntó: “¿Sabéis dónde está el ´Carril de la Memoria´, la ´Memoria del Athletic´?...No hizo falta más. Beñat asió con firmeza el volante de la locomotora. Y de vagón en vagón, enredando con su descaro, Iker Muniain.   Las ruedas encajaron perfectamente en los railes. Y el tren, quizás el ´Fast train´, pero también el ´Last Train´el último tren, el rápido, el veloz, el único, porque en la vida tan sólo existe un tren, se desplazó ligero, elegante, conteniendo a todos los que somos Athletic, porque, a falta de Gabarra a la que subirnos en celebración, haber completado con diligencia el último tramo del camino conlleva la respuesta a esa pregunta que tras cada partido nos hacíamos...y nadie nos explicaba la causa de tanto... y tanto...y tanto... y tanto efecto nocivo.  Y en eso llegó el Athletic. Ziganda nos rebeló el por qué. El tren rojiblanco, por fin, se desplazó sin accidentes por el ´Carril de la Memoria´.
Por Luis María Pérez, Kuitxi. Periodista y exfutbolista del Portugalete

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