Lucía García Córdoba estaba compartiendo café y confidencias con su compañera del Athletic Club de Bilbao Erika Vázquez cuando se descubrió entre las 23 jugadoras convocadas para el Mundial de Francia. La charla entre novel y veterana se convirtió entonces en un encuentro entre mundialista y mundialista; entre una futbolista que lo ha vivido todo y otra a la que le queda todo por vivir.
"Erika (36 años) me dijo que un Mundial es una experiencia única, que se vive muy pocas veces y que hay que pasarlo bien, que si no juego mucho no me amargue y, sobre todo, que lo disfrute todo", recuerda Lucía García (20), la benjamina de la selección española de fútbol, en una entrevista a EFE.
En otro verano de compromisos internacionales -algo habitual, por otra parte, para ella-, la asturiana debió posponer la idea que desde hace tiempo barrunta: quiere recorrer a pie el Camino de Santiago. Sus padres, no obstante, regentan un albergue que para muchos peregrinos es la penúltima parada hacia la ciudad santa.
"Mi padre y mis tres hermanos -son cuatrillizos y ella es la única mujer- lo hicieron en bicicleta. Yo no pude. En verano normalmente es cuando las futbolistas descansamos, pero en los últimos años siempre he tenido algún torneo con las selecciones inferiores. No puedo arriesgarme a que me salgan ampollas", apunta.
Ese peregrinaje en el mundo del fútbol le está saliendo bien. Con solo 20 años compite en su primer Mundial absoluto. Diez meses atrás, también en Francia, lo hizo con la sub-20, al igual que en Papúa Nueva Guinea durante el verano de 2016.
"En ese Mundial sí que aprendí muchas cosas fuera del campo, por cómo viven allí. No nos dejaban salir a la calle. Cuando salíamos, íbamos con tres o con cuatro policías", rememora.
De la segunda experiencia mundialista con la sub-20, ya en 2018, también guarda una lección: "Yo justo me rompí el 'isquio' y eso me sirvió para darme cuenta de que sí que puedo dar fuera del campo. Si tú también das fuera del campo, para el equipo es bueno".
En su primer gran torneo con la absoluta sí es protagonista sobre el césped. Jorge Vilda le dio la alternativa en el descanso del partido ante Sudáfrica. Quitó a una de las capitanas, Amanda Sampedro, para colocarla a ella.
Lucía García aprovechó la confianza revitalizando a La Roja desde el flanco derecho. Provocó un penalti y anotó un gol en el histórico triunfo de la selección española (3-1).
"Jugar en mi posición te hace meter goles y la verdad es que estoy muy contenta y muy feliz de estar con el equipo y darle la victoria. Es lo más importante", dijo después de saltarse la zona mixta del Stade Océane para recibir tratamiento médico.
Lucía García, quien se considera "algo despistadilla", veía "casi imposible" hace un año su desembarco en la selección mayor. Por ser "pequeña" recibe algunos cuidados -"están pendientes de mí", dice-, muchos consejos y alguna reprimenda. Todo forma parte, indica, de su "aprendizaje".
"Este Mundial me lo tomo así, pero sí que me veo con capacidad de hacer cosas. Si el míster lo decide, yo voy a estar ahí para todo. Soy joven, quizás tengo más opciones por edad de regresar a un Mundial que una jugadora de 30 años, pero el fútbol me ha dado ya la oportunidad de demostrar que puedo estar. Conmigo se demuestra que si trabajas y te esfuerzas puedes llegar", comenta.
Ella cuenta que nació "con un balón en los pies". "Jugaba contra una pared en mi pueblo (Pola del Pino) porque no había ni un campo ni nada. Jugaba yo sola, con tres chicos, contra una pared. Un profesor de Educación Física, cuando tenía 13 o 14 años, me dijo que hiciese las pruebas para el Oviedo Moderno. Fui y empecé un año en el infantil, de ahí al C, con 15 años debuté en Primera División y a los 18 fiché por el Athletic Club", explica.
"¿Que cómo termina una chica de Asturias en el Athletic? Porque nací en Barakaldo. Soy cuatrilliza. El parto era de riesgo y Gijón no tenía esa unidad especializada. Mis hermanos y yo nacimos a los siete meses de embarazo. Estuvimos un tiempo en la incubadora y, cuando todo estuvo bien, nos volvimos a casa", reseña.
Crecer entre tres chicos, apostilla, le hizo "fuerte y guerrera". "Siempre jugaba con chicos que eran mayores que yo, en un pueblo de 50 personas. Están mis hermanos, mis dos primos y dos o tres niños más. Yo, cuando tenga hijos, los llevaré a mi pueblo hasta que crezcan y decidan si quieren ir a la ciudad", reflexiona.
"El primer año me llevaban mis padres. Al año siguiente, ya iba yo sola en autobús. Tardaba en llegar una hora y 45 minutos. Otro tanto para volver a casa. Llegaba casi a las 12 de la noche y me despertaba a las 6 para ir al cole. Así hasta que me llamó el Athletic Club. Si hoy estoy aquí es por todo el esfuerzo que hicieron mis padres, llevándome para arriba y para abajo. Son los mejores padres del mundo", añade emocionada, recordando también cómo se sentía en la primera concentración con la selección española.
"Fue con la sub-16, para el torneo de desarrollo de Serbia. Yo era una mindundi, que acababa de empezar a jugar en la selección de Asturias. Mira, cuando yo empecé a jugar en Primera División con quince años, en el Oviedo Moderno me llamaban cabra loca. ¡Ni siquiera sabía lo que era un fuera de juego!", cuenta.
"Pero lo presionaba todo, llegaba hasta la lateral. Siempre fui así. Doy mi cien por cien. Se me puede decir que no hago bien un regate, pero lo que es presionar o trabajar lo hago siempre. Soy así siempre. Intento dar siempre todo. Siempre doy lo que tengo hasta que no puedo más. Yo no soy como Jenni, que tiene una calidad de la hostia. Yo soy una jugadora simple, que lucha todo. Si estoy aquí es por mi trabajo porque con los pies no soy Jenni Hermoso", razona.