El joven Unai Simón emergió como un meta de entidad para defender la portería del Athletic Club. Palabras mayores en la larga y densa historia de 121 años del equipo bilbaíno, donde los porteros son sagrados, después de superar un pequeño bache que puso en duda si su apuesta por él de Gaizka Garitano había sido acertada.
Simón (1,90; Vitoria, 11-06-1997) completó el domingo en el Estadio de La Cerámica un partido excepcional. Con al menos tres paradas impresionantes y terminando con la portería a cero ante el segundo rival más goleador de LaLiga Santander tanto en casa como en las doce jornadas que van de campeonato.
Una de ellas le acompañará toda su carrera. Un remate a bocajarro a escasa distancia de Gerard Moreno, el máximo goleador del curso, que le estalló en la cara y amenazó con doblarle el cuello hacia atrás. Lo rojizo y congestionado que le quedó el rostro dejaba claro lo violento del disparo y el mérito de su intervención.
Antes, Simón había despejado un gran disparo desde la frontal de Santi Cazorla muy difícil de atajar; y, después, rechazó sobre la misma línea de gol un cabezazo de Raúl Albiol que parecía que iba ya irremediablemente hacia la red.
Pero no se quedó ahí el internacional sub-21, que mostró una confianza y un dominio del juego con el pie desconocidos en los primeros partidos
Al respecto hay una jugada que puede ser de referencia para el meta alavés. La que pareció dejarle en evidencia en el Wanda Metropolitano hace nueve días, ante el Atlético de Madrid, quizás su peor partido como meta del primer equipo bilbaíno.
Dio la impresión de liarse en una jugada en el que no acabó de despejar a la primera y en la que forcejeó en el córner con un rival para mantener la posesión en lugar de despejar y evitarse mayores líos. Pero, lejos de hablar mal de él, esa jugada supuso un cambio de manera de afrontar esas situaciones.
En lugar de acelerarse y despejar de cualquier manera, mantuvo la entereza y defendió el balón como los grandes especialistas en ese tipo de acciones. Más que de Unai Simón, hizo de su compañero y rival por el puesto Iago Herrerín, a quien relevó bajo los palos de la portería del Athletic y consumado especialista en el juego con el pie. O de Marc-André Ter Stegen, el más afamado en esa suerte.
Superado el trance del Metropolitano, que siguió a un grave error ante el Valladolid que le costó a su equipo dos puntos y empezó a cuestionar su figura, Simón ya apareció en el siguiente encuentro para evitar que el Espanyol acortase el 2-0 que decantó casi de inicio el choque en Bilbao y remató su renacimiento en Vila-real.
Donde recordó las paradas al límite de Kepa Arrizabalaga, el internacional ahora en el Chelsea y quien provocó su ascenso a la portería del primer equipo bilbaíno cuando iba a ser cedido después de ser la cuarta opción en el arranque de su primera pretemporada.
Pero Kepa se marchó, Herrerín se lesionó, Alex Remiro ya había decidido un nuevo destino y tuvo que apechugar de manera inesperada con la siempre complicada portería del Athletic.
En la que el año pasado dejó su sitio a Herrerín -"por jerarquía", aseguró el técnico de entonces, el argentino Eduardo Berizzo-, un vez recuperado el bilbaíno. Y en este, tras unos partidos de duda, parece consolidarse. Si repite partidos como el de La Cerámica, lo hará seguro.