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El Athletic de Clemente, el Athletic txapeldun

Javier Clemente manteado en la gabarra durante la celebración del doblete de 1984 (Foto: Txema Fer
Ramón Orosa / EFE

Hay momentos, instantes, que resumen una época. Y el que captó el fotógrafo Txema Fernández, tan rememorado por sus compañeros como apreciado en vida, que era mucho, encuadra con exactitud la de los recordados títulos de los años 80 del Athletic Club. La época del Athletic de Clemente, la del Athletic campeón. Txapeldun en la incipiente euskaldunización de aquellos días.

La de aquella alegría inmensa que desbordó la Ría hasta el punto de acoger más gente que agua. Cuentan las crónicas de entonces que un millón de personas se agolparon entre ambas márgenes de la icónica lengua de agua bilbaína y las embarcaciones que la surcaban. Quizás un poco exagerado, quizás no.

Que el gentío se contaba por cientos de miles seguro, porque no cabía un alma en los 14,1 kilómetros que separaban el Club Marítimo del Abra en Las Arenas, punto de partida de la no menos icónica Gabarra que transportaba a los campeones, y el Ayuntamiento de la capital vizcaína, punto de llegada.

Entonces, en 1984, como ahora, el Bilbao metropolitano superaba los 900.000 habitantes y Bizkaia entera el millón. Y no hubo muchos, si hubo alguno -nadie desde luego que lo confiese-, que no acudiese.

No se veía un hueco ni en las orillas, donde las imágenes dan hoy hasta escalofríos, pensando en lo que puedo suceder en algún desliz, ni en el agua, donde a la Gabarra la acompañaba una inacabable retahíla de barcos en su paseo triunfal.

No era para menos. El Athletic, que el año anterior había acabado con 27 años de sequía de títulos ligueros, dobló el envite y se llevó al 'botxo' un doblete no menos histórico que el de 1956, su anterior último gran año.

El histórico recibimiento a la gabarra del Athletic Club en los 80.

Un doblete impresionante ganándole al Real Madrid la Liga y al Real Madrid la Copa del Rey. Los bochornosos sucesos finales, una inadmisible refriega que llamarla barriobajera es quedarse más que corto, empañaron un tanto la victoria copera.

Pero no la hazaña de un equipo que no había nacido con tal destino y que llegó a él de la mano de un técnico singular y del que ya no pararía de hablarse: Javier Clemente, el Rubio de Barakaldo.

Clemente iba para estrella en el césped -portaba el '10' en un Athletic en el que también jugaba Fidel Uriarte, para muchos el mejor jugador de campo de la historia del Athletic y zurdo como él-, pero una desgraciada lesión le llevó a los banquillos.

Ahí, sentado en la banda, o delante de los micrófonos, que también es destacada labor de un entrenador, lo fue más. Ya su llegada fue estruendo: 'Vamos a ganar la Liga -o algo similar-' dijo tras ser contratado, con edad aún de futbolista.

Y no ganó una sino dos. Y además una Copa. Y una Supercopa sin tener que jugarla. Tremendo para un equipo que vivía de sus hazañas de medio siglo antes y apenas lograba alcanzar la final de Copa con cierta regularidad.

En la foto se le ve manteado por su inseparable Manolo Delgado-Meco, un athleticzale de Alcázar de San Juan, y también por Endika Guarrotxena, Zarra por unos días en Bilbao por el gol que derrotó al Barcelona.

Un tanto peculiar. Porque, sin ser él especialmente habilidoso, lo marcó con su pierna mala, la izquierda, y a centro con la derecha de Estanis Argote, un zurdo exquisito y cerrado al que no se le recuerda otra con su pierna 'de madera'.

Endika era poco habitual en un once que todos sabían de carrerilla: Zubizarreta; Urkiaga, Liceranzu, Goikoetxea, De la Fuente; De Andrés, Gallego, Urtubi; Dani, Sarabia y Argote. Si acaso, también Txato Núñez, por De la Fuente, y Sola, por Gallego, tienen un pequeño hueco en la memoria.

Pero fue Endika el que remató dos años prodigiosos en los que el Athletic recuperó autoestima y alumbró dos figuras para la eternidad: Clemente y La Gabarra, referencia totémicas en el imaginario rojiblanco y bilbaíno.

El primero todavía es protagonista allá donde esté, pero la segunda no volvió a surcar aguas así. Con achaques y dudas de si podrá ser flotada, espera que le surja la oportunidad tras la final que debía disputarse este sábado y que tuvo que ser pospuesta por el maldito coronavirus. Si los leones responden ante la Real, ella encontrará la manera de aparecer. Seguro.

Javier Clemente posa juntos a los Trofeos del club rojiblanco en el Museo de San Mamés (Foto: Athletic Club).

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