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Mi primera vez en San Mamés: Iribar era mi héroe y no me defraudó

El bilbaíno Jaime Martín-Granizo viendo al Athletic Club en Finlandia.
Jaime Martín-Granizo

El 3 de noviembre de 1976 fui por primera vez a San Mamés, y lo hice a lo grande, a Tribuna Principal; a partir de ahí iría a la General que costaba 25 pesetas para los niños. Hasta entonces había escuchado los partidos del Athletic Club en Radio Popular con Guillermo y José Luis Fernández, extraordinarios narradores de partidos que realmente te hacían sentir como si estuvieras en el campo (“Rojo se desplaza por la perpendicular del campo hacia la tribuna de Capuchinos…”, “Villar en posición teórica de medio volante derecho”).

A mi padre le habían regalado unas entradas para el partido Athletic–Basilea de copa de la UEFA. Era un miércoles entre semana a las 8 de la noche, lo que para un niño añadía emoción al acontecimiento. El recuerdo es todavía más bonito porque fui al partido acompañado de mi abuelo, Leonardo Barrenechea, la mejor persona que nunca he conocido. El Athletic tenía un equipazo. Esa noche jugaron Iribar, Lasa, Astrain, Escalza (al que luego conocí en la consulta de mi padre), Villar, Madariaga, Dani, Irureta, Carlos, Amorrortu y Rojo I; y al mando el gran Koldo Aguirre.

En San Mamés recuerdo el sirimiri iluminado por los potentes focos de luz del campo, el olor a puro, y el murmullo de la gente. También me acuerdo de las genialidades de Txetxu Rojo en la banda izquierda, de los cabezazos inapelables de Carlos, dos goles, y sobre todo lo que me impresionó Iribar, con su sobrio jersey de color verde botella; yo creo que por eso es mi color favorito.

José Ángel Iribar, ídolo de San Mamés, vuela en un entrenamiento del Athletic Club en Lezama.

José Ángel Iribar era como un héroe para mí y no me defraudó. Tuvo varias intervenciones de mérito; atrapaba el balón con sus manos de pelotari, no lo rechazaba como es común en los porteros actuales. También recuerdo sus aperturas con la mano hasta casi el centro del campo. Me impresionó la reverencia con que el público de San Mamés aplaudía al 'Chopo' después de algún paradón. Se entonaba también el “Iribar, Iribar, Iribar es cojo…, como Iribar no hay ninguno”, de lo que yo no tenía ninguna duda.

El partido fue inolvidable, un 3 a 1 para el Athletic. Hoy 44 años después tengo memorias muy nítidas de esa noche. Volví a casa lleno de emoción, de esa emoción que un niño siente. Pero la cosa no acabo ahí, poco después mientras estábamos de excursión en el Gorbea, en la campa de Arraba seguí por radio el partido contra el Milán de Rivera en San Siro. El Athletic pasó la eliminatoria de milagro por un penalti que le hicieron a Txetxu rojo cerca del final y que metió con temple Madariaga. Luego vino la final con la Juve, en blanco y negro televisivo. Tiempos recios.

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