Aunque sin alas, vino volando Joseba Etxeberria: yo le vi llegar al Athletic Club. El mito, sin embargo, asegura que, cuando oyó la llamada, se trasformó en Pegaso, potro alado que con el paso del tiempo se convirtió en caballo gigante. Constelación en el firmamento donde se quedan clavadas las estrellas que a nuestro lado tiritan cuando les llega la hora. Pitxitxi, Lezama, Zarra, Orue Uría y Eskalza: ¡cuánto león rugiendo en el Cielo!
Le he tomado desde la distancia las medidas y la vida le queda grande: para descansar, para meditar y volver con aquella ilusión de cuando era un muchacho y la piel que protegía sus ríos de sangre le mutó del azul al rojo; el blanco permaneció: para perdurar. Pureza de sentimientos. Nadie es lo que ve ni lo que le venden. Sino lo que anhela.
En vez de la gallina de la iglesia de Santo Domingo de la Calzada, esa que –dicen- cantó después de asada, “Gallo” es –por respeto sin cresta (como hombre sin visera), que alegre corretea por la hierba de la Catedral de San Mamés.
Nacido para correr como el viento, sabiendo, de antemano, que la distancia más corta entre él y la portería ajena es, cual río joven y bravo, hacer meandros para, así, burlar enemigos que le salen al paso y luego precipitarse en catarata hasta caer en la red, dando vida, así, a ese milagro que le hace ser, a la vez, pescador y pescado.
”¡Bacalao, Bacalao, Bacalao!”... canta, grita el que le llama “Aladín”, creyendo que todo es cuento, y él, un mago que por timidez o vergüenza se levanta la camiseta hasta cubrirse con ella su cara, y así, ciego, correr desaforado con los brazos como alas, abiertos en cruz.
Un tanto suyo nos metió de lleno en la Liga de Campeones. Y otro, frente al Racing de Santander, en el Sardinero, toque sutil sobre el cuerpo de un portero vencido que sellaba una loca remontada previo a un latigazo frontal desde el vértice del área grande, me enseñó que, así como el sufrimiento, la alegría verdadera es un sentimiento que se experimenta desde la distancia y casi en soledad.
A punto de llegar los Reyes Magos, en la Peña que el Athletic tiene en Sabiote, Jaén, muy cerquita de Übeda y Baeza, allá donde en el Renacimiento el orfebre Vandelvira se gustaba modelando catedrales... Aquella noche, de seguido al pitido final de aquel inolvidable partido, en una lonja, símil de la gruta del misterio divino, junto a un grupo de aceituneros altivos, tuve una suerte de experiencia religiosa que me enseñó que a este valle de lágrimas se viene a llorar pero también de alegría.
Eskerrik asko, Gallo!, por demostrarnos que el destino no es algo escrito e ineludible, sino una decisión que en Elgoibar se toma a los diecisiete años.
P.D. El 17 de mayo, con 200 monaguillos sobre el verde, última ceremonia de Joseba Etxeberria en San Mamés. A partir de la próxima temporada, ya no habría en la Catedral misa por el Gallo cantada.