La estampa de San Mamés en este escenario singular de partidos a puerta cerrada por la pandemia de COVID-19 es hoy como la de un domingo sin fútbol, a pesar de que La Catedral acoge en un rato el más clásico de los duelos rojiblancos de LaLiga Santander.
Un Athletic Club-Atlético de Madrid, dos equipos con las mismas raíces, siempre es un partido grande en Bilbao. Pero esta vez no lo parece a priori por la falta del elemento que distingue al fútbol profesional del que no lo es: la presencia de público. Primero en los alrededores del estadio y posteriormente en las gradas.
Algunos aficionados, unos cuantos parecía que simplemente curiosos, sí se han acercado a la ya inconfundible explanada contigua al campo que acogerá la próxima Eurocopa para recibir al conjunto vasco en su llegada al campo.
Eso, la llegada de los equipos en sus respectivos autobuses, oficiales los del Athletic y posiblemente alquilados para la ocasión los del Atlético, ha sido lo único que se ha salido de la foto de un domingo cualquiera... sin fútbol.
Porque ni los bares se han animado, a pesar de la agradable temperatura de un día, aunque nublado, primaveral. Solo unos pocos han apostado por intentar rentabilizar una jornada que sin coronavirus era su sustento principal todo el año.
Hasta los tramos de carretera cercanos al campo, habitualmente cerrados, y los aparcamientos en ellos, inhabilitados cuando hay partido, presentan su imagen habitual de cada día.
Hubo Ertzaintza y Policía Municipal desplegadas para cualquier contingencia, pero ante la dura realidad de la situación y los avisos previos, su presencia es casi hasta innecesaria.
Ya acercándose al estadio, imponente como siempre San Mamés, una valla muy cercana a su estructura, a unos cinco metros, es el último elemento disuasorio para impedir una acceso al campo que casi nadie intenta. Ya solo, en un escaso goteo, los pocos periodistas que pueden acceder al campo cumpliendo el protocolo sanitario exigido por LaLiga.