El Athletic de Marcelino, hacia un equipo de autor

Cuando observé la alineación inicial del Athletic Club de Bilbao ante el Granada CF por la vigesimosexta jornada de LaLiga Santander, fruncí el ceño; y me dije: “¿Balenziaga de central? A éste [por Marcelino] LaLiga le importa un comino”. Vaya con las especias. Porque nada más arrancar el partido, me mandé callar. Acaso fuera como apuntó Luis Ángel, compañero de la Peña Athletic Club de Euskal Etxea Madrid en el grupo de WhatsApp: “Las ganas de los suplentes valen lo que la experiencia de los titulares”.

Porque viendo a Lekue en el lateral izquierdo, a Ibai por el carril derecho (¡Por fin!), a Vencedor y Morcillo en el mediocampo y a Villalibre y Sancet en el ataque, me olvidé de mi desconfianza inicial de Balenziaga en la zaga central.

En la segunda parte ingresaron Yeray por Núñez de inicio; a los 68 minutos, entraron Óscar De Marcos y Raúl García por Ohian Sancet e Ibai, luego Williams por Villalibre y, a los 84, Álex Berenguer por Lekue. Que todos son necesarios: nadie sobra en este Athletic.

Recordé algo que siempre reclamé de Gaizka Garitano: que no sacara lo mejor de la plantilla disponible, sino que buscaba que los jugadores se acoplaran a sus esquemas fijos. Aquello que el escritor Manuel Vázquez Montalbán tildaba de entrenador de diseño.

La actitud como entrenador de Marcelino está en las antípodas de aquella ejercida por Garitano: el primero sí que ha revalorizado a la plantilla, la misma con la que contaba el segundo; y, en su 1-4-4-2 habitual, trata de sacar lo mejor de cada jugador, además de disponer de alternativas, como sucedió con la formación ante el Granada.

Empiezo a creer que estamos ante la conformación de un equipo de autor: la impronta de Marcelino se siente en el equipo, que responde con juego y resultados. Una revalorización del fútbol de cantera.

El triunfo liguero por 2-1 ante el Granada suma un peldaño en la clasificación al Athletic de cara a los puestos superiores de la tabla. De cara a soñar con las competiciones europeas. De cara a pensar que otro fútbol es posible. Desde los tiempos de Marcelo Bielsa que no tenía estas buenas sensaciones. Mi ceño se distiende y en mi cara asoma una serena sonrisa, que sueña.