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Iker Muniain, un clásico que sigue siendo joven

Ramón Orosa - EFE

El capitán rojiblanco corta otra vez el bacalao. El gol que rescató un punto para el Athletic Club a última hora en el Reale Arena, y lo que es más importante, evitarle una semana de depresión ante lo que ya parecía otra gran decepción en un derbi últimamente siempre a contrapelo, no fue sino una muestra más de la madurez a la que ha llegado Iker Muniain.

Otrora gran esperanza y jugador diferencial en ataque por su ímpetu y recursos en el mano a mano, con los años, y tras las lesiones que le han penalizado, Muniain se ha transformado en un generador de fútbol, un cerebro más de hacer jugar que de hacer jugadas, que también.

Ya no es aquel torbellino que salía siempre del primer y el segundo regate y muchas veces hasta del tercero.

Un futbolista con grandes virtudes -se le llegó a catalogar como 'el Messi vasco' o 'el Messi español'- pero también -¿quién no?- carencias. Entre estas, las más destacadas la pierna izquierda y el golpeo.

Iker Muniain en el derbi vasco ante la Real Sociedad (Foto: LaLiga).

Con el paso del tiempo no alcanzó las expectativas iniciales. Probablemente se lo impidieran las dos graves lesiones de ligamento cruzado sufridas. Una en cada rodilla. Percances muy serios, a veces hasta definitivos para lo peor.

Pero Muniain siempre se mantuvo a un alto nivel, siempre fue titular en el Athletic, en el que acumula ya trece temporadas aún sin haber cumplido los 29 años. El navarro de la Txantrea sigue siendo joven, pero ya es un clásico.

Las lesiones le obligaron a Iker Muniain a reconstruirse...

Y, curiosamente, lo hizo haciendo de uno de sus defectos una de sus principales virtudes: el golpeo. De tener problemas con el 'timing' a dominarlo hasta el punto de hacerse capital en la estrategia con Marcelino. Un entrenador que le comprende y le valora en toda su dimensión.

Risas entre el capitán Iker Muniain y Marcelino en Lezama (Foto: Athletic Club).

"Con Muniain a su nivel el equipo es mejor", verbalizó el asturiano una obviedad con la que no todo el mundo está de acuerdo.

A balón parado no ha dejado de dar asistencias desde la llegada de Marcelino. Aunque no se queda ahí porque mantiene su domino del balón, de las fintas y de la pausa para ser, por ejemplo, el principal y casi único surtidor de Iñaki Williams, para asociarse continuamente con Alex Berenguer y para dar rienda suelta en sus subidas a los laterales -Balenziaga, Lekue, Yuri, De Marcos o, Capa-.

Lo peor para Muniain son los problemas físicos que le genera un juego muy valiente con balón, de mucho desgaste y que conlleva muchas faltas de los rivales, que le machacan los tobillos. Molestias físicas que le impidieron estar el año pasado al 100% en las finales de Copa perdidas ante la Real y el FC Barcelona.

El capitán Iker Muniain choca el puño con el párroco de Begoña (Foto: Athletic Club).

Por ahí se le fueron al Athletic opciones de repetir el éxito de la Supercopa brillantemente ganada al Real Madrid y el Barcelona.

En Anoeta pareció repetirse la final ante la Real que sumió al Athletic en la depresión en los últimos meses de una temporada que no dejó buenas sensaciones. Otro 1-0 y de penalti, esta vez de Alexander Isak, en un partido tremendamente parejo.

Pero apareció Muniain en el minuto 91 para evitarlo botando, con toda la intención que, eso sí, siempre ha puesto a sus golpeos. Le buscó las cosquillas a Alex Remiro y se las encontró. Después consoló al joven meta navarro, un excompañero.

Las dos veces ejerció de capitán. La primera para sacar a su equipo del atolladero en un momento difícil, la segunda para dimensionar las cosas en un mundo tan competitivo como el fútbol. Lo que da la madurez. La que ha alcanzado Muniain.

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