Los que no me conocen bien. Los que no me conocen ni bien ni mal. Esos. Esos me dicen que ya estoy tardando en someterme a una terapia intensiva que consiga dejar de ser adicto a la enfermiza obsesión de ver y ver los partidos del Athletic Club. Todo empezó en la mañana de los tiempos. Cuando, a los 8 años, mi hermano mayor me regalo un Athletic vs Córdoba [3-0] que no puedo ni quiero olvidar.
De aquella visión maravillosa al desasosiego que me acompañó desde el principio hasta el final del partido frente al RCD Espanyol. Era la 'lechuga' entre la col y col de la Copa del Rey. El éxtasis que supuso apear al Real Madrid. Ese apasionante partido de ida frente al Valencia CF que nos convocará el jueves 10 de febrero en la Catedral.
El lado malo de ir ganando, que puedes terminar el partido derrotado. Se adelantaron los 'pericos' pronto y con una facilidad pasmosa. No me sorprendió, porque el cuadro catalán ya había percutido de inicio cual fantasma atravesando los cuerpos de los leones. Lo malo de perder. La promesa de una victoria. Cuanto antes para que al partido no le entre sueño hasta dormirse.
Entre Rulo y Sancet construyeron un empate delicioso. 'Conexión navarra'. Una falta forzada por el incisivo Zarraga. Una estrategia abigarrada que posibilitó el testarazo mortal de Iñigo Martínez. "Lo malo de ir ganando". Más de setenta minutos por delante. La posibilidad de terminar perdiendo. Miedo. Angustia. El 'partido del desasosiego'.
¿Estarán en lo cierto los que me dicen que "debes desengancharte de este Athletic que tanto te hace sufrir"?
Qué angustia. Hacía tiempo que no me inundaba un desasosiego tan intenso. Demasiado suelto un Espanyol dirigido por el inconfundible Darder. Hasta que Marcelino mandó a parar ordenando una defensa en 'bloque medio'. Para cerrarle por fuera a los de Vicente Moreno. Para taponar fisuras y librase de balones filtrados por dentro. "¿Cuánto falta?". Pregunta de alguien que, como le sucedía al maestro Bernaola, se está dando cuenta que es el Athletic, y no el fútbol, lo único que le gusta. De ahí su angustia.
"Aplícate el cuento", musité llegado el tiempo de descanso. Si quieres que este partido valga lo mismo que el copero que se avecina, modifica el once con la victoria parcial antes de que el juego decaiga y el Espanyol termine empatando, e incluso ganando. De la 'tranquilidad, frente al Real Madrid, a este 'Libro del desasosiego' que me está obligado a leer el Athletic.
¿Por qué no abandonó este juego mortífero de victorias, empates y derrotas? Como se dijo al inicio, todo comenzó en la 'mañana' de los tiempos. La diligencia se detuvo en la posada donde me entretenía con asuntos mundanos. Me subí a ella.
Camino del precipicio va rodando. Hay quien me dice que fue a un tren a lo que me subí. Un tren sin estaciones ni paradas. Un tren que es el primero y el último: ¡sólo hay un tren! El tren del Athletic.
Hasta cinco sacudidas. El panorama cambió. El Athletic creció, así a lo largo, con Williams y Villalibre, como a lo ancho, con la aportación del 'hombre tranquilo' que es 'Petxa', y el derroche físico de un Balenziaga descomunal. Todo ello no evitaba el riesgo de perder. Ni la posibilidad de ganar que le asistía al 'Espanyol de Darder'. El avance del cronómetro arbitral era directamente proporcional al crecimiento de mi angustia.
Del desasosiego. Así las cosas, no estaría de más que la directiva de Aitor Elizegi difundiera en todos los formatos que "Ver los partidos del Athletic es perjudicial para la salud" Aun así, tengo para mí que me moriré subido a los lomos de un león. "La terapia sale cara", me digo para engañarme. ¿Entonces?...
Lo que ya fue escrito. "Vivo con el Athletic porque debo ser más fuerte que todo dolor y todo sufrimiento". El Athletic se hace cargo de este terrible desasosiego. Me observa con sus ojos de león. Quiere decirme algo. Con ustedes lo comparto. "Mirame, Athleticzale / y por mi amor no sufras / si esclavo de mis 124 años / y mi filosofía / tu mártir corazón llené de espinas / piensa que nacen / entre espinas goles".
El mismo sentimiento me embarga vamos