Se dice que el que olvida la historia está condenado a repetirla. No es el caso del Athletic Club, que 'muere' en campo propio a pesar de contar con más avisos que los que recibió Santiago Nasar el día en en que lo iban a matar. Si nos referimos al 'turco' de García Márquez, las personas que presagiaban su asesinato no llegaron a ponerse en contacto con él.
Si nos centramos en la 'cuadrilla' de Ernesto Valverde, todo eran advertencias previas a la llegada a San Mamés de un RCD Espanyol con tan solo un punto en su casillero. El rival 'perfecto' para destrozar la escalera por la que, apoyada sobre su afición, peldaño a peldaño ascendían los leones camino de ese 'cielo pactado como objetivo' entre Valverde, Iker Muniain y Jon Uriarte, presidente al mando de una aventura fascinante.
Todo era hermoso. Todo era bello. El equipo venía de darse un festín en la Gadir fenicia ante unos "caballitos" gaditanos que no estaban, ni están, para muchos trotes. La goleada [0-4] había espoleado a un mundo Athleticzale ansioso, voraz, eufórico. Malos compañeros de viaje para un Athletic al que, más que a ninguno, el elogio lo debilita hasta convertirlo en 'res' para el matadero. No es pecado ser feliz, siempre y cuando la felicidad vaya de la mano de una prudencia 'exquisita'.
'Cazando' a los 'periquitos', el Athletic habría igualado el mejor comienzo de LaLiga Santander protagonizado por el inolvidable Jupp Heynkes. A nadie le daba por pensar en la paradoja del 'cazador cazado'. O sí. Y se lo callaban. Lo guardaban en su interior por si, al final de la partida, al Athletic le terminaran viniendo 'mal dadas'.
De derrumbes en tarde de un sol de justicia. De partidos precedidos por homenajes, a leonas mundialistas en este caso. La Catedral, sabia, no las tenía todas consigo. La historia, conocida al dedillo. Que no se produzca la repetición por el olvido. Que si ha de llegar, la condena no se haga presente por haberle dado la espalda a un pasado en el que el Athletic, luego de alzarse, se derrumba a las primera de cambio.
Los que interpretan el partido a posteriori, tras fraguarse el resultado de la derrota, dan palos deportivos al 'diestro' entrenador y al 'siniestro' de un fracaso capaces de diseccionarlo al dedillo. El Espanyol fue menos, mucho menos, que el Valencia. El Athletic, en especial en la primera mitad, se equiparó al equipo que le hizo frente a los de Gattusso hasta derrotarlos.
¿Cómo entender, entonces, que los de Diego Martínez asaltaran la Catedral basándose en su entramado defensivo y aprovechando esa bala perdida que hirió de gravedad a Vivian y Yeray en beneficio de Braithwaite, delantero que estaba al quite de un error sólo datado en la legislación de Murphy? Cuando en tesituras tales media el Athletic, si algo puede salir mal,... saldrá.
No nos torturemos. Lo sucedido ante el Espanyol viene de tan lejos como este viejo Club de 124 años. Aunque no se olvide, la historia se repite. No busquemos responsables en los quince que jugaron ni en el entrenador que los ubicó en el verde. No creamos, del mismo modo, que el 'plan urdido' por Diego Martínez echó por tierra las buenas intenciones de 'Txingurri'.
El Athletic hizo lo suficiente, y más, para alcanzar la mágica cifra de los 10 puntos.
Ante lo irreversible, en vez de sufrir, y seguir sufriendo, lo que no está estos escritos, aferrémonos al clavo ardiendo del 'Estoicismo' de Zenon, Epicteto y Marco Aurelio. "No son los sucesos los que nos perturban, sino nuestra percepción sobre ellos". Firmes ante la adversidad. Fuerza de voluntad para controlar nuestras emociones y sentimientos.
Tras la derrota bajo un sol que caía a plomo, para el que no quiera tomársela tan a pecho, como es mi caso, un cursillo acelerado de 'Estoicismo', la doctrina que mejor casa con la 'filosofía' del Athletic. Con el título en la mano, en días como éste, cuando el Espanyol anotó y se sabía de lo inevitable, "firmes, pacientes, enteros, resignados, flemáticos".
Mi compañero Asís Martín recurre al latín para exclamar 'Ay de los vencidos'. A mí es Fernando Pessoa el que me queda más a mano: "Si el vencido es el que muere y el vencedor quien mata, con esto, confesándome vencido, me declaro vencedor". Y si la frase no sirve, siempre nos quedará la paradoja del genial lusitano: "Sufro por un dolor que no siento provocado por un percance que nunca existió".
La derrota del Athletic no me duele porque su partido ante el Espanyol no llegó a jugarse.
· Por Kuitxi Pérez, periodista y exfutbolista
Al final, ganamos o perdimos?