Abrir el Athletic a lo universal y abrirnos a toda la humanidad

Iribar. El portero del Athletic por excelencia ha cumplido ochenta años. El Txopo es un recuerdo vivo, una estatua con aires de eternidad. Una referencia sobresaliente para todos los athleticzales. Me gustaría fijarme brevemente en tres aspectos de su figura. La primera tiene que ver con mi infancia y la primera vez que lo vi en San Mamés. Era joven, extraordinariamente ágil, esbelto.

Se convirtió en un modelo y alentó mi admiración por la difícil tarea de los porteros. La segunda no puedo por menos de relacionarla con su compromiso como vasco. Sin estridencias ni dificultades no lo oculta. Como contestó a un impertinente comentarista, que se empeñaba en que afirmara su españolidad, se limitó a decir con contundencia que era de su tierra. Buena respuesta porque en un trozo de tierra hemos nacido y nadie tiene por qué echarnos tierra encima.

Y la tercera atañe a mi relación personal. Le he visto un par de veces, he charlado a gusto con él y guardo la foto que nos hicimos como uno de mis mejores regalos. Y si le contemplo desde la filosofía se manifiesta en él la importancia del juego.

La filosofía tiene mucho de juego porque es saltarina, debe defendernos de los muchos ataques que recibimos, nos hace fuertes y contenidos en la vida y nos muestra que es necesario ser firmes con nosotros mismos y cuidadosos con los que tenemos alrededor.

Lo que tenemos cerca con este portero ejemplar es el amor a nuestro pueblo, el placer, no exento de sufrimiento, de ser del Athletic y de reconocer que el fútbol posee una riqueza humana que hay que rescatar de todas las turbulencias que lo rodean. Desde ahí podemos abrirnos a lo universal y abrirnos a toda la humanidad.

Eskerri Asko Iribar Jauna eta Zorionak!

• Por Javier Sádaba Garay, filósofo, Catedrático honorario de la Universidad Autónoma de Madrid y athleticzale