"Error sostenido con pertinacia". A esta herejía nos referimos. Al error sostenido por Ernesto Valverde una vez que le vio las orejas al lobo que es este Valencia que llegó a San Mamés para jugarle al Athletic Club de tú a tú. O tal vez ya se las había visto y se le olvidó armar un entramado capaz de impedir que los hombres del Pipo Baraja convirtieran el suelo remozado de San Mamés en un campo de batalla. Porque una lucha hombre a hombre y a campo abierto fue lo que se escenificó de seguido a que un pésimo arbitro denunciara su presencia con el silbato.
Sin normas. Sin impedimentos. Sin prohibiciones. A degüello. Hacía tiempo que no le veía a Ernesto Valverde, en calidad de 'comandante' del Athletic, liderar y gestionar un partido tan 'encarnizado' como el que le propuso su colega, Rubén Baraja.
Este Valencia que se exhibió en la lujosa pasarela del fútbol que es la 'Catedral' llevaba su sello. Equipo de autor. Sirviéndose de un elenco del que Víctor Llopis, míster en su día del Club Portugalete, nos había advertido desde su micrófono de 'Onda Vasca'. "Fuerte, veloz, poderoso; impulsado por la insultante juventud que acapara en su centro del campo".
Un rival atípico en esta liga en la que tanto prima el orden previo y riguroso que adocena a los futbolistas hasta el extremo de ser ovejas que salen y vuelven al mismo redil. Lobos como si bajo la luna de Valencia. Desenfrenados. Con un exagerado instinto de hacer daño. Hasta matar. De eso va esto del fútbol. ¿O no?
Cartas boca arriba. De 'oro molido' y 'copas añejas'. Pintaban 'bastos', sin embargo, y las afiladas 'espadas' que terminarían penetrando hasta lo más hondo tras atravesar con suficiencia líneas enemigas como si fueran blanda mantequilla a merced del mejor postor. Y ese era el Valencia. El que Víctor Llopis había deletreado hasta frenarse como si por el miedo. "Pepelu, Javi Guerra, Diego López, Hugo Duro"...
Equipo y futbolistas que me trasladaban a otro tiempo, cuando, también con Valverde el Athletic, 'hordas' llegadas del Norte' conquistaban San Mames con su poderío. "Buenos, rápidos, llegaban fácilmente arriba tras crear superioridad rompiendo la que consideramos nuestra línea de contención". ¿Y ahora que hacemos, míster?
De perdidos, al agua del río de la improvisación. A tenor de lo que reflejaba el marcador, las apariencias del Valencia me estaban engañando. O sería que Unai Simón, con su querida presencia, convertía al Valencia en un perfecto 'fingidor': "finge tan completamente que hasta finge que es voracidad la voracidad que en verdad le está empequeñeciendo al Athletic". Y sin embargo...
Iñaki Williams relajó su pierna cuando estaba a punto de ejecutar a Mamardashvili. Buscó la escuadra y a punto estuvo de encontrarla. Hasta que De Marcos, que vive su tercera juventud, decidió regalarnos una rosa entre tanta espina como había ido creciendo en apenas media hora. Por la derecha, como acostumbra. Solo que esta vez, en lugar de 'quitarse' el balón del pie con la excusa de un balón metido al área, intuyó algo que nadie imaginaba, ni siquiera su propia intuición.
Remontó. "Sigo conduciendo". Y antes de que el terreno se le acabe, tras amagar un pase de de la muerte a fin de dejar expedito su camino, sorprende al portero con un disparo que carecía de ángulo. Uno a cero con Unai Simón de portero.
Finalizado el primer acto, Es el momento de Valverde, lo pensé y lo escribí, e incluso llegué a decirlo. De velocidad también hablé, la del Valencia, que le procuraba a los 'atletas de Baraja' transiciones vertiginosas y sencillas. Como si en su recorrido no encontraran oposición.
Como si Valverde me estuviera leyendo, escribí "ya que parece que no nos queda otra, tendremos que afanarnos en 'encerrar el juego' para que 'el balón permanezca cautivo". Para ello, sería conveniente que el míster hiciera cambios. No fue así...
"Está esperando a que el Valencia marque". Fue empatar Fran Pérez con insultante facilidad y activar Txingurri a Vesga y Beñat Prados. "Y ahora, a que se pongan por delante". Dos minutos después, Berenguer y Villalibre saltaron al verde. Uno más tarde, de su chistera sacó Valverde el conejo de Muniain. De libro. Todo de libro. "En vez de ser yo el que maneja los tiempos, que sean ellos los que me manejen a mi".
A fuer de ser sinceros, y sobre todo justos, el Athletic, a falta de claridad, había ido acumulando llegadas con la promesa del gol. Roto el partido. Por la derecha y la izquierda, por todos los lados. ¡Roto por dentro! Cruento. Sangrante. Luego de la 'herejía' de Valverde. A su "error sostenido en el tiempo" nos referimos. A esa 'herejía' nos referimos. Atenta la Inquisición. Presta a darle fuego a la 'Sanjuanada' del partido. Fue entonces que Iñaki Williams dialogó con sus dos piernas para que una de ellas le pusiera la pelota en la cabeza a Berenguer. Machacó Alex en boca de gol. Empate que salvó del fuego la 'herejía' de Valverde.
• Por Kuitxi Pérez, periodista y exfutbolista