Fue el entrenador argentino Helenio Herrera el que acuñara que "se juega mejor con diez que con once". Lo dijo a cuento de un partido que sería paradigmático. El equipo que pierde un efectivo, "de forma natural incrementa el nivel de esfuerzo y mejora su rendimiento para compensar la expulsión de uno de sus componentes". La gente, que no alcanza a comprender lo que se expone, frivoliza cuando exclama: "Entonces, todos lo equipos saldrían con diez al campo".
Cuando en el minuto [22'], Samu Costa se fue a la caseta al ver la segunda cartulina amarilla, me hice cargo de lo que sucedería en adelante. Si al Athletic Club le había costado hacerle daño al Real Mallorca, al jugar en inferioridad los bermellones, a Ernesto Valverde le costaría Dios y ayuda inventarse variantes que derribaran el muro defensivo que había construido Jagoba Arrasate.
En contra de la gran mayoría, que escribe al dictado de sí misma y de las cuestiones establecidas, habría de ser el Athletic el gran perjudicado para lograr la victoria que pretendía. El Real Mallorca, por su parte, dejaba a un lado sus ansias ganar para centrarse en la noble labor de defender el "punto de la Federación".
Tras un inicio agresivo en ataque del Real Mallorca, el juego se templó al mismo tiempo que los bermellones, alentados desde el banquillo, se encendían. Era tal la fogata, que en mi cuaderno de anillas anoté: "Como si Arrasate se la tuviera jurada a alguien". A quién, no lo sé. Tal vez, recuerdos que volvían a pasar por su corazón.
Su pasado en Osasuna, su presente en un Real Mallorca al que el Athletic le había 'robado' la Copa de la Cartuja, el confeso amor a la Real Sociedad de un bizkaitarra de Berriatua.
Alguien había calentado el partido, y a esa luna que más calienta se arrimó la grada. Un Son Moix que, en vez del respeto debido a Galaxy por los servicios prestados, se cebó con el león eibartarra entonando la cantata del pitido y el abucheo cada vez que entraba en contacto con el balón. !Siembra bondad y recogerás miseria! 'Son Moix no paga a traidores'.
Tanta hostilidad descendió al verde. Samu Costa había sido nominado para consumar la venganza. Cual Minotauro, a un intruso en su Laberinto lo pateó dos veces, y el juez impartió justicia. Salga usted del campo, hágame el favor. Tras la expulsión, el universo Athleticzale obligó a los leones a que fueran a degüello. Esto está hecho, decían. Ellos, con diez; nosotros, al completo.
Pan comido. En absoluto. Arrasate ordenó un repliegue intensivo de su equipo. El Athletic, en cambio, debería atacar una defensa de nueve más el portero. Atacarla, pero cómo. Doctores tiene la Catedral. Ernesto Valverde y Aspiazu. Y ahora qué hacemos. Debería llegar el segundo acto para apreciar sus intenciones.
Se me ocurría poblar el área rival para bombardearla con balones frontales que provocaran disputas, barullo, jaleo, un río revuelto en el que se hiciera verdad la ganancia de los pescadores del Athletic. Descartada la propuesta, un muro insalvable en la frontal de su propia área, el Athletic de Valverde optó por jugárselo todo a las bandas.
Gorosabel e Iñaki, por la derecha. Nico, Yuri y Berenguer [que había suplido a Sancet] asociándose por la banda izquierda. Tarea muy complicada. De 105 x 68, las medidas del terreno de juego se habían reducido hasta los 25 x 68 que apuntó un sabio entrenador sobre el fútbol del presente y del futuro.
Insistir e insistir.
De tanto intento y trasiego, al Athletic se le escurrió un gol por dos centímetros de más en la línea de fondo. A Iñaki, otro, por esa dañina ley que se chivó un fuera de juego milimétrico. A Nico se le escapó un tanto porque una pelota que buscaba la escuadra se topo con el travesaño. Un centro envenenado de Alex Berenguer. Un zurdazo envenenado de Ander Herrera.
En fin. A todo esto, la afición de San Mamés exigiendo a su equipo que ligara fútbol como retablos modelaba en Úbeda y Baeza el orfebre Andrés de Valdelvira. Un querer y poder, pero con mucha dificultad y falta de malicia. Qué achacar. Contra quién cargar.
Acaso fue Martínez Munuera el que logró que la defensa del Real Mallorca se fortaleciera, dificultando, de paso, el ataque del Athletic. Siempre defender fue más sencillo. En inferioridad numérica, "porque de forma natural [táctica, en esta caso]se incrementa el nivel de esfuerzo y se mejora el rendimiento para compensar la expulsión sufrida".
21 remates. 13 córneres. Si el Slavia de Praga no sacó provecho de la estrategia, el Athletic la desperdicio entre los "gilicorners" de José Mari Mujica y los envíos volados que caían como plumas de buitre al corazón del área. No existen 'tocadores' en el equipo.
No existe [ante la ausencia llamativa de Ander Herrera] un medio centro de verdad que complete la mitad del trabajo de Ruiz de Galarreta. A Jauregizar no lo 'veo'; a Beñat Prados no lo termino de ver. Un equipo que utiliza un sistema 1 - 4 - 2 - 4, debería contar con dos artistas en la medular. En fin...
Con uno menos siempre perdemos; con uno más nunca ganamos. Era algo que recordaba Jose Iragorri. Fácil solución: jugar once contra once siempre. Y si se produce una expulsión, a favor o en contra, que el Athletic escenifique el trabajo que para coyunturas tales lleva a cabo Ernesto Valverde en Lezama.
• Por Kuitxi Pérez García, periodista y exfutbolista