Hay que ser muy canalla para hacer coincidir el inicio del partido del Athletic Club en San Mamés y la finalísima de Surne Bilbao Basket en el infierno maravilloso de Salónica. Los leones peleaban por asegurarse la Champions League ante una UD Las Palmas en descenso.
Los 'Hombres de negro', 'blanqueados' por Jaume Ponsarnau Goenaga, estaban obligados a hacer buena la renta de siete puntos que le obligaron a asumir al equipo griego en un pabellón al que le cuesta mantener el 'efecto Miribilla' que tantos triples le daba a "los de colorado, que son los nuestros", como repetía el "Whiteman de la Popu".
Traicionando al Athletic por dejar vacío mi asiento luego de que a ningún amigo le viniera bien el carnet de socio que le dejaba. Desde casa. Cómodamente recostado en la cama.
Fútbol o Basket. Athletic o Surne Bilbao Basket. Y como no podía partirme en dos, alguien que no era yo decidió por mí. Pinché al Athletic en Movistar. Lo que suponía convertir en segundo plato la fiesta griega de Salónica. Podría echarle la culpa al ElDesmarque Bizkaia debido a la deuda contraída desde aquel primer día en el que me enseñaron a escribir.
Una 'contra' que, de no haber sido redactada, nadie habría echado en falta. Del mismo modo que si mi compañero Asís Martín me hubiera puesto los deberes europeos de la FIBA Europe Cup.
La UD Las Palmas de Diego Martínez llegaba a Bilbao como si en busca de un 'milagro en La Catedral'. El entrenador de aquel Granada que jugaba de cine, sentado en un banquillo que de "afortunado" no tiene nada. Gran Canaria corre el serio peligro de que su equipo de fútbol se desplome a una categoría que no vende.
El Basket, mientras, asentado. Cuando entre el fútbol y el basket la suerte le da la espalda a los herederos de Guedes, Tonono, Gilberto y Soto, la historia llora por aquel 'Vintage' de la infancia.
Como si hubieran venido a recibir lo suyo, o sea, a perder, saltaron al campo los de Diego Martínez disfrazados de un verde muy triste. Pálido color que no venía a cuento. Qué fue de su camiseta amarilla tan bonita y su pantalón azul. El Club cuyo equipo pierde las raíces está condenado a dejarse los tres puntos en el campo.
Hay quien dice que la UD Las Palmas jugó muy bien. Incluso, que, luego de "tanta oportunidad desperdiciada", debería haberse retirado a los vestuarios vencedora. Tres puntos que, tras la derrota del Girona, y aún con el triunfo del Deportivo Alavés, habrían situado al histórico Club canario con 35 puntos, pisando con sus botas a Deportivo Alavés, Girona, Leganés y Real Valladolid.
La historia del partido, sin embargo me pareció bien distinta. Con mi conciencia dividida entre Grecia y Bilbao, con mi cuerpo partido en dos, tengo motivos suficientes para festejar la merecida victoria del Athletic y esa otra, épica, a la que me entregué de inmediato a que el penoso Isidro Diaz de Mera Escuderos, del ilustre colegio castellano manchego, señalara el final seis segundos antes del tiempo de prolongación que él mismo había estipulado.
Sensación de alivio luego de haber sufrido mucho en un partido de juego muy raro. Extraño, tal vez, y hasta contra natura, debido a las prisas que Valverde metió a su equipo para que se adelantara en el marcador. Apenas cinco minutos. Una obra de arte, oiga, una maravilla, así en el desarrollo como en la ejecución.
'Galaxy', como si se estuviera despidiendo de su gente, que tanto lo admira y quiere, filtró un caramelo a Iñaki Williams para que el extremo lo desnudara, con una suerte de sombrero bajo, y dulcificara la red mediante un toque sutil con el empeine exterior de su bota derecha.
Fue validar el tanto el penoso árbitro castellano manchego y terminar el partido. Porque lo sucedido desde el 5' hasta el 94' resultó ser una espera plagada de miedo y angustia. Sufría por lo atípico del juego. Por un Athletic que parecía enemistado con su juego combinatorio.
Como si Galaxy se hubiera ido a cenar a Telepizza, y Jauregizar le hubiera pedido permiso a Txingurri para irse a jugar a la play con su cuadrilla de Bermeo. Fue por ello, por el tremendo vacío dejado en el centro del campo, que los de Diego Martínez se llegaron a creer que eran más virtuosos de lo que la tabla clasificatoria señalaba.
Honor y gloria para una UD Las Palmas en descenso. Un club del que me enamoré aquella noche en la que visitó Las Llanas para retar en partido copero al Sestao Sport. Betancort, Estévez, Castellano, Carmelin, Hernández, Martín Marrerro, Justo Gilberto, Soto, Taima, Germán, Gilberto. Tonono y Guedes: mientras, antes o después. ETERNOS.
Este Las Palmas de San Mamés era un mago sin magia. Un escapista al que se le veían todos los trucos. El Athletic, tras la victoria, se cuide de sí, se cuide de él solo, porque ausencias como la del prodigioso Oihan Sancet podría ahogarlo en lodo en Old Trafford.
P.D. Fue tras el final, cuando me trasladé a Salónica, que empecé a sentir los efectos de esa droga dura que flotaba sobre la pista en la que los del 'vasco-catalan' Jaume Ponsarnau Goenaga se estaban ganando a pulso la FIBA Europe Cup.
• Por Kuitxi Pérez García, periodista y exfutbolista