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La revancha de Oblak

Iñaki Dufour

La Liga Europa y el Atlético de Madrid ofrecen este miércoles una revancha para Jan Oblak, hoy por hoy el mejor portero del mundo, una garantía para su equipo y un muro imponente para sus rivales que aspira a un título que hace cuatro años, con el Benfica, perdió en los lanzamientos de penaltis.

 
En 2013-14, contra el Sevilla, el disparo definitivo del francés Kevin Gameiro, hoy su compañero en el conjunto madrileño, entonces un adversario en el club andaluz, frustró su asalto al trofeo de esta competición, al alcance cuatro cursos después, en la final que le enfrentará el miércoles al Olympique de Marsella en Lyon.
De aquel prometedor guardameta, que había asumido la portería del Benfica por la lesión de Artur, que había jugado 26 partidos antes de aquella final continental, heroico en las semifinales con un 0-0 contra la Juventus, a este sensacional presente, indiscutiblemente en la cima de los porteros actuales a lo largo de todo el mundo.
Ya se había fijado entonces el Atlético en él. Aquella final fue su antepenúltimo encuentro con el Benfica, el equipo que lo fichó con 17 años para cederlo los tres siguientes sin parar: del Beira Mar al Olhanense, ambos en 2010-11 y como suplente, y del Uniao Leiria, con 17 encuentros en 2011-12, al Río Ave, con 31 en 2012-13.
Su primera campaña realmente en el Benfica también fue la última, porque el Atlético no dudó en pagar 16 millones de euros, la cantidad más alta desembolsada nunca por el traspaso de un cancerbero en la Liga española, para suplir la salida del belga Thibaut Courtois, con un listón muy alto, que parecía inalcanzable.
No para Jan Oblak. Ni para su increíble destreza bajo palos ni para su implacable fiabilidad en cada pelota, por arriba, por abajo, a media altura, desde un lado o de otro, ni para su formidables reflejos ni para todas las paradas extraordinarias, de las que son indispensables para las victorias que ha acumulado con el Atlético.
La final que disputará este miércoles el conjunto rojiblanco no sería entendible sin él, sin todas las intervenciones decisivas que ha hecho tanto en los cuartos de final contra el Sporting de Portugal, una de ellas memorable en Lisboa, como en las semifinales frente al Arsenal, donde sostuvo varias veces al equipo en Londres.
El miércoles también asume un papel esencial para el Atlético; nada nuevo en el equipo, porque es el mismo que ha desarrollado desde aquel partido de vuelta de los octavos de final de la Liga de Campeones contra el Bayer Leverkusen del 17 de marzo de 2015 desde el que surgió un Oblak enorme, el titular sin discusión cada año.
Hasta aquel día, aterrizado en el agosto anterior en el club, sólo había jugado ocho de los primeros 42 encuentros oficiales; desde aquel día ha partido desde el once en 152 de los 184 partidos disputados por su equipo -quince de ellos se los perdió por lesión el pasado curso- para un total de 160 choques ya como rojiblanco.
En ese número de encuentros, ha recibido 97 goles y ha mantenido su portería a cero en 94 partidos (29 de 47 choques en este curso y 16 de 24 en el año 2018) camino de una nueva final europea, de una revancha por un título continental que se le ha escapado dos veces y en los penaltis: la Liga de Campeones de 2016 con el Atlético y la Liga Europa de 2014 con el Benfica.

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