Pongámonos en contexto: el Atlético de Madrid afrontaba el partido ante el Athletic bajo mínimos. En cuestión de siete días, hasta siete jugadores habían caído a la enfermería rojiblanca, con especial incidencia en la línea defensiva. Así pues, Simeone se veía obligado a apostar en el eje de la defensa por Montero, del filial, como pareja de Godín, que regresaba también de una lesión. Imaginen cómo tuvo que desarrollarse el partido para que acabara con Saúl y Thomas como centrales.
Fue en cuestión de diez minutos cuando se dinamitó todo. En el 55', Simeone quita a Montero y da entrada a Gelson Martins, colocando a Saúl como central. Oblak salva el 0-2 con una parada estratosférica en el 58' y en el 61', Thomas marca el 1-1 con un zapatazo de la nada. Inmediatamente, Simeone quita a Correa por Kalinic, agotando los cambios. Y un minuto después, en el 64', Williams marca el 1-2 en un contragolpe en el que Godín sufre la enésima lesión muscular de la plantilla colchonera.
No quedaban cambios, no había centrales, Godín estaba lesionado y el Atlético perdía 1-2 en el Metropolitano. No era un partido contra el Athletic, si no contra sí mismo, contra todos elementos que ya tenía en contra antes del partido y se había acrecentado en diez minutos de locura. Godín dudó si salir del terreno de juego o quedarse y Simeone le dijo que se mantuviera en el césped, pero como delantero. Así que Thomas tuvo que ejercer de central.
En toda esa locura, el Atlético de Madrid se había empeñado en recuperar el balón parado y Rodrigo empató el partido en el 80' tras un córner botado por Thomas. Pero había más. Lo mejor quedó para el descuento, cuando Godín cazó un balón en el área, tras otra jugada a balón parado, para culminar una remontada épica, de esas que no se olvidan. El gol del capitán, del faraón, del uruguayo Diego Godí. El gol del cojo en el minuto 91', previa revisión -insólita- del VAR. La celebración de un futbolista que no renueva y el culmen cea una remontada en la que el Atlético le ganó al Atleti.