En toda la actual edición de la Champions League, ni con el Atlético de Madrid en la primera fase ni ahora con el Chelsea en su segunda oportunidad, de octavos de final en adelante, Joao Félix no ha marcado ningún gol en ninguno de sus 16 tiros, tampoco en el que abrió la acción en la serie de cuartos de final con el Real Madrid, cuando estampó su disparo en Thibaut Courtois, cuando agrandó su frustración goleadora de los últimos tiempos y de cada uno de sus siete duelos contra ese adversario, invencible para él.
Un minuto y 52 segundos. A toda velocidad. En un vertiginoso contragolpe. En la carrera que lo propuso para el gol en el comienzo del partido, en el mejor escaparate, en la Champions, en el Santiago Bernabéu (él tiene contrato con el Atlético de Madrid, el 'eterno' rival blanco, hasta 2027 y está cedido hasta final de curso en el conjunto 'blue'). En la pugna con Militao y en el derechazo que soltó sin la dirección definitiva. Sin lo más crucial de todo.
Él sacó de centro. Hacia atrás. A Enzo Fernández. La siguiente pelota que tocó fue su arrancada en su propio campo libre de marca. Se puso a su altura Militao para incomodar su tiro, más apurado, cerrado por su marcador, demasiado centrado, a las piernas de Courtois y a saque de esquina. Mantuvo la inercia de la carrera, miró hacia arriba cuando comprobó que no iba a ser gol, entre el lamento de una ocasión que pudo cambiarlo todo. O no.
Con su nuevo seleccionador en Portugal, Roberto Martínez, en el palco, su rápida intervención fue también su única oportunidad de la primera parte. La otra fue en el comienzo de la segunda mitad, cuando controló en el área y lanzó un derechazo que atrapó Courtois. Esa no era nada fácil. Era una opción más que una ocasión, realmente.
En su reencuentro con el Real Madrid. Jamás lo ha ganado Joao Félix dentro de la competición. Sí lo hizo en el amistoso con el que el equipo rojiblanco doblegó por 3-7 al conjunto blanco en la pretemporada en Estados Unidos con aquella 'tormenta perfecta', pero ni en la Liga ni en la Supercopa de España; en ninguno de los seis duelos oficiales contra él con el bloque de Diego Simeone, con tres empates y tres derrotas. Sin ningún gol suyo.
Tampoco lo hizo este miércoles con el Chelsea. Su nuevo destino. Su segunda ocasión. Tiene la vuelta aún en Stamford Bridge. Dos goles en contra. ¿Sigue vivo su equipo? Lo dictará el desenlace del próximo martes en terreno londinense. Lo determinará también el nivel en ese compromiso de Joao Félix, entre otros cuantos. Y su capacidad para remediar su sequía goleadora del curso en la Champions, en el que ha jugado 439 minutos.
Bien defendido por Militao, su paso de 64 minutos y 53 segundos (añadidos los cinco segundos de alargue del primer tiempo) por el duelo en el Santiago Bernabéu reincidió en la inconstancia de un futbolista como él, al que se presuponen una cantidad de cualidades perceptibles, tantas como la sensación cada vez más insistente de que se queda en nada demasiadas veces, como ocurrió, entre la complejidad evidente, este miércoles. En ese momento, tras la expulsión de Chilwell, fue sustituido por Chalobah. Y Sterling por Havertz.
Tampoco es el goleador que fue en el Benfica, cuando despuntó e impactó en Europa, cuando fichó por el Atlético de Madrid con una dimensión aparente que sólo ha alcanzado en determinados tramos, puntuales, demasiado esporádicos. Ni a las órdenes de Diego Simeone, cuando sus controversias deportivas desembocaron en la salida del portugués en el pasado mercado de invierno, ni de Graham Potter ni ahora de Frank Lampard en Londres.
En el Chelsea acumula ya trece partidos. Ha marcado dos goles en 43 tiros, 18 de ellos entre los tres palos. Es una media de un tanto cada seis encuentros y medio. Ni siquiera en la selección portuguesa, cinco dianas en 30 duelos, presenta un registro tan bajo como el actual. No lo hizo tampoco en el Atlético: 133 choques, 33 goles. Uno cada casi cuatro compromisos. Ni mucho menos en el Benfica: uno cada 2,5 partidos (20 en 50 encuentros).
En todo lo que apuntaba entones y en lo que es ahora, aún mermado por una eclosión incompleta, hay un tránsito de poco más de cuatro años.
De dos equipos. Del Atlético, con el que aún tiene contrato hasta 2027, con la pretensión rojiblanca de alcanzar una cifra cercana a la cantidad que invirtió en su día (127 millones de euros) al Chelsea, a donde está cedido y desea seguir, por más que sus trece duelos hasta ahora con él los haya saldado con tan solo tres victorias. Empató tres y perdió siete.
No sólo él, titular siempre que estuvo disponible, sino todo su equipo, en una crisis siempre visible, rebajada en el Bernabéu por una derrota mínima, asumible, que deja la cuestión de que habría pasado de haber sido gol la primera ocasión de Joao Félix. Le queda la revancha.