"Hay que echar a Simeone, hay que largar a Griezmann"

Si hace apenas nueve meses preguntaban en las gradas del Metropolitano si había que quedarse o devolver a Antoine Griezmann, la gran mayoría lo tenía claro. Si hace apenas cinco meses cuestionaban por Diego Pablo Simeone, se encontrarían división de opiniones, pero encontrarían también un buen número de hinchas -con mala memoria- que le pediría que se diese un paso al lado.

Pero estamos en la jornada 33. Y en el minuto 33 se ovacionó a Simeone, y nadie pitó, y todos cantaron, y entonaron el "ole, ole, ole", y el técnico aplaudió, y cayeron más goles, y todo fue una fiesta. Una fiesta en la que ya nadie duda del técnico argentino, hasta hace bien poco algo cuestionado en los aledaños del Metropolitano.

Simeone y Griezmann, de las dudas a la ovación

"En algún momento muchos dejaron de creer en lo que hacíamos", admitía el propio técnico tras el encuentro. Ahora nadie duda de él, como tampoco dudan de un Griezmann de quien el Atlético quiso desprenderse el pasado verano. Entendían que cobraba mucho, que no rendía como tal y que la cláusula de compra, por entonces de 40 millones, era demasiado alta.

Sus números del pasado curso eran malos. Y la cifra de 40 millones parecía demasiado alta, sí. Así que Simeone sólo pudo ponerle 30 minutos en aquel primer cuarto de curso -qué lejos suena- hasta que se llegó un acuerdo por el Barça. Así que el Atlético ha pagado 20 millones por el mejor jugador de LaLiga: dos goles al Cádiz, dos asistencias ante el Valladolid, otras dos asistencias antes frente al Mallorca.

Probablemente ya nadie dude del francés, que está en un momento excelso. También se ganó sus dudas y sus críticas, todo hay que decirlo. Tampoco dudará nadie (¿alguien dudó?) de Simeone, que también se ganó sus críticas en ese primer tercio de curso en el que quedó eliminado de toda competición europea. Pero los tiempos han cambiado y ya todo son sonrisas. Todo sonríe al Atleti... hasta tal punto que hasta le pitan penaltis a favor.