De la salvación al ascenso, del sueño al orgullo

Dudas. Auge. Regularidad. Salvación. Ilusión. Son cinco palabras que bien podrían definir las distintas fases que ha pasado el Cádiz a lo largo de una campaña que no empezó con buen pie, pero que acabó con un sobresaliente en la evaluación final y que se quedó cerca de llegar a la matrícula de honor. El Cádiz regresaba a la categoría de plata siete años después y el objetivo no era otro que lograr la salvación cuanto antes. Los 50 puntos se alcanzaron a falta de 12 jornadas para el final y, a partir de ahí, todo fue un regalo que se convirtió en sueño.

El balón echó a rodar en Almería el 19 de agosto y el Cádiz dejó claro desde el primer momento que no sería fácil doblegarle. Ortuño abrió la veda goleadora a nivel global y particular, pero el conjunto de Cervera comenzó algo atascado y no fue capaz de lograr la victoria hasta la quinta jornada, con una goleada cómoda ante el Getafe.
Aún así, el técnico no conseguía dar con la tecla en unas primeras jornadas donde apenas se lograron dos victorias en 11 partidos. El Cádiz llegaba al primer cuarto de temporada en zona de descenso e incluso se llegó a dudar de la figura de Cervera, pero hubo un día que la dinámica del equipo cambió por completo.
Fue en Lugo, donde un gol de Álvaro García sirvió para lograr la primera victoria fuera de casa y empezar a alzar el vuelo de un equipo que, ya sí, empezaba a tener las ideas claras en la categoría. Tras una pequeña adaptación y varias jornadas de sufrimiento, llegaba el momento de coger aire: el Cádiz logró siete victorias en las nueve siguientes jornadas y pasó de la zona caliente de la tabla a las posiciones de play off, de donde nunca volvería a caer.
Por entonces, el gran protagonista del Cádiz tenía nombres y apellidos: Alfredo Ortuño. El murciano acabó con 13 goles la primera vuelta y se convirtió en el líder ofensivo de un equipo que mostraba solidez en el centro del campo, verticalidad en las bandas con la irrupción de Álvaro y Salvi y mucho peligro al contragolpe.
El Cádiz habría logrado alcanzar una regularidad que le afianzaba en la zona alta de la tabla, aunque desde el entorno de la plantilla se insistía en que el objetivo era llegar cuanto antes a los 50 puntos. La racha de cuatro victorias consecutivas, entre las que se incluyeron dos goleadas en casa ante el Zaragoza y el Sevilla Atlético, sirvió para afianzar aún más la condición de un equipo que, poco a poco, empezaba a ser consciente de que de verdad podía aspirar a más.
Y el día definitivo para cambiar el discurso llegó en Montilivi. El Cádiz fue el primer equipo en ganar al Girona en su estadio y logró la permanencia de forma virtual, haciéndose fuerte en la tercera plaza e incluso llegando a soñar con alcanzar la segunda, que finalmente quedó muy lejos. La salvación era real y tocaba dar un paso más.
A partir de ahí, el cambio de guión pareció no sentar demasiado bien al equipo, que cayó en casa ante el Tenerife y enlazó una extraña racha de diez partidos sin perder en la que empató ocho encuentros. Puntos que supieron en su mayoría a victorias y que terminaron de confirmar al Cádiz como candidato al ascenso cuando se ganó en la penúltima jornada ante el Elche. Era el momento de soñar.
El sueño fue real, pero efímero. La derrota en Pucela 'condenó' al Cádiz a la quinta posición, a la postre determinante para el play off de ascenso a Primera División. El equipo de Cervera pasó claramente por encima del Tenerife en el primer partido hacia el sueño, pero el resultado de 1-0 acabó siendo excesivamente corto.
La vuelta a la realidad fue dolorosa, aunque el orgullo permanece intacto. El Tenerife igualó la eliminatoria en el partido de vuelta y fue suficiente para dejar en la orilla a un Cádiz heroico, que culminó en tierras canarias una campaña sobresaliente en la que volvió a despertar la máxima ilusión de la Marea Amarilla. Una afición que apoyó a su equipo de inicio a fin y que, por encima de todo, tiene claro que la palabra que mejor define la campaña es 'orgullo'.