El Cádiz venía arrastrando desde el inicio de la temporada dos problemas que estaban lastrando de manera notable su rendimiento: no era el equipo sólido de otras campañas en defensa y tenía unos preocupantes problemas para hacer goles. En las últimas cinco jornadas todo ha cambiado porque se ha desatado una tormenta en el apartado goleador.
En las primeras 10 jornadas del campeonato el Cádiz sólo había sido capaz de anotar seis tantos y a lo máximo que había llegado había sido a un gol en seis de esos encuentros. Todo cambió a partir de las jornada decimoprimera porque el conjunto de Álvaro Cervera ha marcado 16 tantos en cinco encuentros, con una media espectacular de más de tres de media.
El despertar goleador del equipo radica en la capacidad que está teniendo el equipo para robar balones como le gusta a su entrenador y salir a toda pastilla a la contra. Y ahí, por supuesto, tiene mucho que decir la calidad de sus jugadores y el acierto que antes faltaba.
El segundo gol marcado ante Las Palmas es el más claro ejemplo de ello. Un balón recuperado, una jugada que se inicia por la izquierda y que tras pasar por Lekic acaba en la banda derecha con una combinación fantástica entre Salvi y Correa y que termina en el gol de Vallejo.
El equipo está físicamente un punto por encima de rivales como el canario y la velocidad de sus bandas le permite sorprender a sus rivales, desarmados tras haber perdido el balón sin tiempo para replegarse.
Mención aparte merece la racha de Manu Vallejo de cinco partidos seguidos marcados, una barbaridad en esta categoría y en cualquiera. El chiclanero es un peligro constante y tiene la habilidad innata de aparecer cuando más se le necesita y en el lugar donde tiene que estar. Un talento que se une a su capacidad de sacrificio pensando en el equipo.