Cuando un equipo está en puestos de descenso una vez que han transcurrido 34 jornadas es porque se han cometido errores. Lo han reconocido desde el propio Cádiz, pero seguramente el más grave ha sido la elección de Mauricio Pellegrino como entrenador. El argentino no ha sido el revulsivo que se buscaba y sus números son francamente malos.
En una clasificación de las trece jornadas disputadas desde su llegada el Cádiz sería antepenúltimo con 11 puntos de 39 posibles. Sólo estarían por debajo Las Palmas, con seis, y el Granada, con 10.
Dos victorias, cinco empates y seis derrotas son los números de Pellegrino al frente de un equipo que, a su llegada, estaba a un punto de la permanencia y que ahora está a seis cuando quedan cuatro jornadas para el final del campeonato. Un bagaje muy negativo y pésimas sensaciones.
Empezó logrando dejar la puerta a cero contra el Athletic y el Villarreal y parecía que estaba poniendo los cimientos de una recuperación defensiva, pero después no ha sido así. El equipo ha mostrado una irritante debilidad en muchos partidos y ni quisiera cambiar de sistema ha sido la solución.
Pero lo más lamentable ha sido la falta de ambición mostrada por el entrenador y no haber sido capaz de exprimir la capacidad ofensiva de un equipo que necesitaba generar mucho más para aspirar a ganar partidos. Con él sólo Robert Navarro ha mejorado sus prestaciones.
La gente de talento como Machis u Ocampo han quedado arrinconados y tampoco ha sabido darle su sitio a Roger desde su recuperación, siendo de los pocos jugadores que han demostrado en esta pésima campaña tener desequilibrio ofensivo. También está infrautilizando a Alejo, de los pocos jugadores incisivos en ataque y que no está contando para el argentino en las últimas jornadas.
Para colmo, ha ido quitándole minutos a Juanmi, que desde su llegada en enero fue capaz de elevar el nivel de una delantera que ha mostrado muchas carencias. Apostar una y otra vez en Maxi Gómez tampoco ha dado el menor resultado y el equipo ahora parece incapaz de ganar un partido en el momento clave.
Su discurso nunca ha sido el de un entrenador que proyectara confianza y ánimo. Y en las últimas jornadas ha hecho varias alusiones a la herencia que se ha encontrado, algo obvio porque de no haber sido así no habría terminado en el banquillo cadista.