El Cádiz ganó al Oviedo hace una semana, pero sigue siendo el equipo endeble y poco fiable de toda la temporada. Para sus rivales, aunque dé la impresión de que son partidos parejos y que se resuelven con un escaso margen, suelen ser victorias muy tranquilas. Les basta con ser sólidos en defensa porque saben que el error del Cádiz en defensa llegará. Y casi siempre llega.
Está muy claro que Paco López conoce a la perfección esta categoría. Ha conseguido un ascenso hay muy poco y eso le servía de gran aval a su llegada. Se sabía que no se caracterizaba por ser un entrenador de corte defensivo en una Liga donde se necesita ser sólido atrás, pero había confianza en que su Cádiz fuera un equipo equilibrado. Y lo es, pero en el plano negativo: deja mucho que desear tanto en ataque como en defensa.
Por el momento sigue contando con la confianza del club. Sería una sorpresa mayúscula si se produjera un movimiento a lo largo de esta semana, pero la sensación que da el equipo es que no hay motivo alguno para el optimismo. Ganarle al Oviedo fue una excepción porque, pocos días después, volvió a aparecer ese equipo al que sus rivales ganan sin tener que romper a sudar.
Por supuesto que el rendimiento de los jugadores deja mucho que desear. Está quedando claro que en la actualidad no hay ideas claras para hacer daño a los rivales. Todo parece depender del talento de Ocampo o de algún disparo de Ontiveros. No se aprovechan las transiciones ni el balón parado.
Ahora viene otro desplazamiento, en este caso ante el Mirandés. La enésima oportunidad para reaccionar, pero ya los cadistas se sientan delante de la tele con muy pocas esperanzas. Lo de Castellón y Cartagena queda muy lejos. El Cádiz es un castillo de naipes que caerá en cualquier momento. Y si no se produce un cambio profundo, da la sensación de que nada va a cambiar.