Carlos Mateos GilMadrid, 25 ene .- El Leganés escribió un nuevo capítulo en su historia con la clasificación para las semifinales de la Copa del Rey, logro sin precedentes para el club que resulta más meritorio si se tiene en cuenta que hace cuatro años se encontraba en el tercer escalón del fútbol español.
Era la primera temporada en el banquillo del técnico Asier Garitano, quien en el verano del 2013 había llegado a la entidad en sustitución de Pablo Alfaro. El reto por entonces era encontrarse entre los aspirantes al ascenso a la categoría de Plata pero todo lo que ha sucedido a partir de ahí supera con creces las expectativas creadas.
Aquella campaña los blanquiazules supieron aguantar la presión y salir airosos de unos intensos playoffs donde se jugaban el trabajo del curso entero, con la dificultad añadida de no haber quedado líderes de su grupo.
Un tanto en L'Hospitalet de Carlos Álvarez, a quien aún se venera en Butarque, permitió escapar del pozo de la Segunda B. Tan importante fue esa bocanada de aire que el propio entrenador no quiso olvidarlo en sala de prensa tras la victoria por 1-2 en el Bernabéu que les permitió acceder a la penúltima ronda de la presente edición copera.
"Llevamos cinco temporadas increíblemente buenas pero el salir de Segunda B fue lo más importante que le ha ocurrido al Leganés. A partir de ahí lo hemos buscado, no nos hemos conformado", dijo ante los medios.
La tarea fue ardua, casi tanto como asentarse en Segunda después de diez años de ausencia. Sin embargo eso también lo consiguieron, llegando incluso a coquetear con la fase de ascenso en el tramo final. Ya por aquellas fechas era el Leganés un equipo reconocible que se caracterizaba por su voracidad competitiva, una gran presencia de jugadores formados en la cantera del Athletic de Bilbao y cierto descaro para plantarle cara a casi todos los rivales.
Puestas las bases para seguir caminando hacia adelante, lo que sucedió en la 2015-2016 aceleró el proceso. Impulsados por la gran confianza que les daban sus actuaciones y viendo que eran superiores en el campo a muchos contrarios, los jugadores comenzaron a pensar que el sueño de aterrizar en Primera podía hacerse realidad.
Incluso en los momentos de mayor complicación, cuando el vértigo se hizo patente con la cercanía de lo nunca antes conseguido, la plantilla supo mantenerse a flote. Finalmente, en la última jornada, un tanto del central Pablo Insua en Anduva ante el Mirandés sirvió para coronar la cima del balompié nacional.
En esas circunstancias muchos se hubieran dado por satisfechos o hubiesen cometido locuras con el dinero para evitar que la alegría fuera efímera. No así los madrileños, que siguieron aferrados a las doctrinas de un entrenador que tenía en mente el partido a partido mientras buscaba que la entidad mejorara no solo dentro sino también fuera del campo.
La promesa de un futuro próspero atrajo a futbolistas que ayudaron a salvar la categoría. No solo eso. También hizo que la familia Moreno Pavón, salvadora en los despachos cuando asumió una entidad de preocupante situación económica, se afanara en mejorar las infraestructuras para dar un salto de calidad al trabajo en el día a día. Hoy las nuevas instalaciones de entrenamiento son un motivo de orgullo, casi tanto como los éxitos deportivos.
Es así como el Leganés ha forjado su ruta hasta el momento de satisfacción máxima que atraviesa ahora mismo. Ideas claras, mentalidad cortoplacista en el campo y de largas miras fuera del mismo, sensatez en las inversiones y humildad.
El reto ahora es superar el listón una vez más y tratar de convencer a Garitano, quien acaba contrato a final de temporada, para continuar al frente de un equipo que sigue despegando mientras mantiene los pies en el suelo.