Carlos Mateos GilSevilla, 7 feb .- Los aficionados del Leganés no vieron recompensado su sacrificio y se quedaron sin el sueño de disfrutar a su equipo en la final de la Copa del Rey tras caer ante el Sevilla por 2-0 en el Sánchez Pizjuán.
La jornada en el caso los trescientos seguidores que tenían previsto desplazarse en los seis autobuses gratuitos puestos por el club arrancó a las 11.30. A esa hora estaban citados en el estadio de Butarque para iniciar el viaje.
Los restantes hasta completar los cuatrocientos veinticinco que retiraron las localidades reservadas al público blanquiazul, y que se habían agotado en apenas tres horas, pusieron rumbo a la ciudad andaluza por sus propios medios.
En lo que respecta a la mayoría de los jugadores habían salido la tarde anterior en AVE desde la estación de Atocha justo cuando concluyó la sesión de entrenamiento previa, celebrada en su propio estadio a puerta cerrada.
Entre los primeros seguidores, los más numerosos, la esperanza era patente desde el principio. Poco importaban las horas de viaje de ida y las de vuelta nada más terminar el duelo para llegar a la localidad madrileña en el amanecer del día siguiente.
Acostumbrados a varios desplazamientos ilusionantes durante los últimos cursos este suponía una nueva oportunidad de hacer algo importante, como sucediera en L'Hospitalet para lograr el ascenso a Segunda o en Miranda el día que se fraguó el desembarco en la máxima categoría del fútbol español.
Los cánticos dedicados al equipo animaban el ambiente y las camisetas ponían la nota de color. Rostros que reflejaban nervios, tensión y pocos con ganas de conciliar el sueño mientras pasaban el tiempo. La parada en una estación de servicio de la localidad de Almuradiel permitió estirar las piernas, inmortalizarse con el móvil y reponer fuerzas de cara al tramo definitivo del trayecto.
Después de un estimulante discurrir por el torneo eliminando al Valladolid, al Villarreal y al Real Madrid; había también espacio para la cábala y los rituales. Ponerse una prenda en particular, seguir una rutina... todo valía con la idea de que fuese útil de alguna forma.
Se desarrolló el resto de la andadura con normalidad pero, a la entrada de Sevilla, un imprevisto. En lugar de acceder directamente en la ciudad, los aficionados fueron trasladados hacia una zona comercial en las afueras. Allí pasaron los momentos precedentes, controlados por las fuerzas del orden antes de ser transportados definitivamente al estadio.
Una vez en el recinto, se ubicaron en una de las esquinas superiores del 'Gol Sur'. Animosos en el arranque, el tanto del argentino Correa al filo del minuto quince hizo mella. Sin embargo, conforme avanzó la primera mitad, volvieron a entonarse.
Haciendo sonar sus voces incluso por encima de los de la afición rival durante algunos instantes, también se les pudo ver alzando las bufandas al viento cuando a los suyos trataban de reponerse a la adversidad del tanto sevillista. Mientras se retiraban al descanso se escuchó 'Lega, Lega' como señal de que seguían allí.
Tras la reanudación su presencia volvió a hacerse notar, más si cabe conforme se acercaban los compases decisivos. Todos botando al unísono y entonando con intensidad 'Te quiero Lega', buscaron insuflar aire a los blanquiazules.
No pudo ser y el tanto definitivo de Vázquez puso el broche al sufrimiento. Finalizado el choque los jugadores acudieron a agradecerles su apoyo antes de afrontar con pesar el largo retorno a sus casas, pero orgullosos de una plantilla que ha dejado por el camino en la presente edición de la Copa del Rey escenas que ya serán inolvidables.