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Miguel Torrecilla no pudo evitar las lágrimas en su despedida

Alberto Bravo

El día de su despedida de la que ha sido y seguirá siendo su casa, como ha dicho el propio Miguel Torrecilla, no podía faltar ni la directiva del Celta ni su familia. Esta era su última rueda de prensa y seguro que la más emotiva y especial en sus siete años de celeste.

 
Tras explicar las causas que le hacían abandonar el barco celeste para enrolarse en el verdiblanco el salmantino quiso agradecer a técnicos, jugadores, empleados del club, aficionados, compañeros de la secretaría técnica su trabajo, su apoyo y su amistad. Con algunos nombres Torrecilla no pudo contener las lágrimas, su voz se iba quebrando a medida que recordaba a tanta gente.
Cuando nombró a Atilano tuvo que hacer un pequeño paréntesis, también recordó emocionado como Carmen Avendaño le cogía la mano y se la apretaba con fuerza durante los partidos del Celta, pero cuando las emociones acabaron de embargar a Torrecilla fue cuando hablo de Antonio Chaves, al que consideró su mentor. Tal era la complicidad con el director general del Celta que se permitió hacer una pequeña broma, pidiéndole la factura por los siete años de máster que recibió en su estancia en Vigo.
Por supuesto no se olvido de la persona que estuvo a su lado en su despedida, el presidente Carlos Mouriño, el máximo valedor del salmantino en el club cuando su trabajo estaba más que cuestionado. De Mouriño, Torrecilla quiso recalcar que le costó acostumbrarse a sus silencios para terminar expresando la satisfacción de sentirse muy querido por todos lo que hace que se consideré un vigués más. Al terminar la rueda de prensa Torrecilla y Mouriño se fundieron en un afectuoso abrazo que dejó claro que entre los dos había algo más que una buena relación profesional, una amistad que la distancia, como reconoció el presidente, no va a romper ya que si Iago Aspas volvió al Celta, Miguel podría hacer lo mismo en el futuro porque en el Celta siempre tendrá las puertas abiertas.

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