Mouriño ha cumplido el miércoles 18 de mayo 10 años al frente de la nave celeste. Como ya analizamos en la primera parte de su mano el club ha conseguido volver a la estabilidad económica, dejando atrás su enorme deuda y confiando en A Madroa, algo inimaginable en el anterior EuroCelta.
En esta segunda parte nos centraremos en que ha pasaso en esta década prodigiosa para el celtismo en tres aspectos, el poyecto deportivo, el patrimonio del club y la masa social de la entidad. Aúnque en un club de fútbol profesional todas las áreas estén íntimamente relacionadas sobre todo con la capacidad económica que se tiene las decisiones que se pueden tomar varían y mucho de un equipo a otro.
Cuando Carlos Mouriño llegó a la presidencia del Celta lo único que éste poseía era una caja fuerte llena de telarañas, el club no era dueño de nada y por encima debía 84 millones de euros. La sede, un bonito chalet en la Plaza de España era un inmueble alquilado por una cantidad astronómica de dinero que la entidad no se podía permitir.
En la actualidad el Celta es el orgulloso dueño de un edificio en la calle más cara de Vigo, el Príncipe, donde se instalará, una vez se terminen las obras, la sede, la residencia de jugadores, una policlínica y la cafetería y tienda del club, la inversión ha sido muy importante pero desde el club se cree que las actividades económicas que se van a desarrollar en este edificio van a ser suficientes para que sea rentable.
Respecto al estadio, a pesar de que el dueño es el Ayuntamiento de Vigo, el empeño personal de Carlos Mouriño ha propiciado que por fin se lleve a cabo una reforma integral del obsoleto y vetusto Balaídos, para ello el Celta también ha participado en la financiación de esta obra. Anteriormente el club ya había llevado a cabo otras reformas en un estadio que estaba abandonado.
Pero el proyecto estrella de Carlos Mouriño es la construcción de una ciudad deportiva, algo que por ahora no se ha podido llevar a cabo, primero por el excesivo coste que sería ubicarla en Valladares debido a las expropiaciones y segundo por la revocación del Plan General de Ordenación Urbana de Vigo. El presidente no quiere renunciar a este proyecto, que sería su mejor legado, y sigue presionando para que vea la luz lo antes posible, pero parece que el comienzo de las obras de la esta ciudad deportiva tendrán que esperar unos años.
Balaídos siempre ha sido un campo difícil de llenar, ni en la Liga de Campeones el estadio estuvo abarratado, tras el descenso a Segunda la el celtismo pareció herido de muerte, pocos iban a ver al Celta y en su mayoría era gente de avanzada edad. La llegada de los canteranos, unos jugadores con los que la gente más joven se sintió identificada al momento despertó al celtismo. Luego llegó el ascenso, la salvación en la última jornada con una afición entregada a su equipo. Llegó Luis Enrique y en Balaídos había 21.000 personas de media. Resulta paradójico que esta asistencia haya ido bajando estas dos últimas temporadas con el mejor Celta en años, pero lo cierto es que esta temporada sólo 18.000 personas asistían a Balaídos. La incomodidad del estadio, los horarios, los controles de seguridad, la falta de aparcamiento son algunas de las causas de este mal dato porque tal como ha explicado Mouriño el Celta tiene más de 22.000 socios y está en número récord de peñas.
Aquí es donde ha costado dar con la tecla acertada, Mouriño aceptó a Fernando Vázquez como técnico tras haber sido renovado por Horacio Gómez, pero en su primera temporada al frente del Celta se descendió con un equipo que sí había dado la talla en Europa cayendo en octavos ante el Werder Bremen pero que en Liga se hundió hasta acabar descendiendo con Stoichkov. El búlgaro fue su primer gran error, pero tras él llegaron los López Caro, Antonio López y Pepe Murcia. En el medio Alejandro Menéndez, el mismo hombre que esta temporada salvó al filial, tuvo que salvar al primer equipo de caer a Segunda B y posiblemente de desaparecer.
Llegaron infinidad de jugadores de la mano de Ramón Martínez, muchos de ellos horribles, otros jóvenes con mucho potencial pero poca cabeza como Diego Costa o Quincy. La llegada de Eusebio supuso un cambio en la manera de entender el Celta, los canteranos empezaron a asomar la cabeza de A Madroa y con Paco Herrera se produjo la explosión. Un once inicial con siete hombres de la casa ascendió a Primera, a partir de ese momento el buen juego, el trato exquisito al balón, el querer ser protagonista del partido son ADN Celta de Vigo, una metamorfosis radical de un Carlos Mouriño que al comienzo de su mandato llegó a decir, "el fútbol bonito ya no se lleva" y es que diez años dan para mucho.