La crisis de los avales cumple 21 años

Uno de los días más negros de la historia del Celta fue el 1 de agosto de 1995. A las 15:00 horas, el secretario de Estado para el Deporte, Rafael Cortés Elvira, anunció el descenso a Segunda División B del equipo vigués y el Sevilla por no presentar los avales de 45 y 85 millones de pesetas, respectivamente. La afición celeste no podía creérselo y se acercó hasta Balaídos para conocer si era verdad lo que acababan de escuchar. 

Esta decisión administrativa se tomó al aplicar el artículo primero del Real Decreto 449/1995 de 24 de marzo, por el cual los clubes profesionales estaban obligados a avalar el 5% del presupuesto de la temporada 1995-96 antes del 1 de agosto para su inscripción en el registro. La LFP anunció el descenso de Celta y Sevilla, cuyas plazas serían ocupadas por Albacete y Valladolid. Representantes de la Liga se mostraban inflexibles: "No hay arreglo posible. El recurso debe presentarse ante los tribunales ordinarios o el Consejo Superior de Deportes".
La directiva celeste se reunió de forma urgente en las oficinas de Balaídos. A su llegada al estadio, varios aficionados mostraron su indignación y repulsa contra los dirigentes. Junto al Consejo de Administración estuvieron el alcalde de Vigo, Manuel Pérez, y el concejal de Deportes, Chema Figueroa, que también recibieron insultos cuando entraron en Balaídos. Mientras, los jugadores se encontraban concentrados en Cabeza de Manzaneda y no daban crédito a las noticias que estaban recibiendo.
A media tarde, Horacio Gómez, compareció ante los medios de comunicación acompañado por el alcalde y el consejero Francisco Hernández. El presidente del club mostró dos avales; uno el que se debía haber enviado y el otro el que, erróneamente, se mandó con el resto de la documentación. El máximo mandatario celeste también anunció que "se depurarán responsabilidades una vez se solucione todo". Todo sucedía justo una semana después de la destitución del anterior presidente, Ignacio Núñez.
Fuera de las oficinas del estadio, el número de aficionados crecía, al igual que las críticas. Se pedía la dimisión de todo el Consejo de Administración. Se respiraba un ambiente de rabia e impotencia. Ya de madrugada todavía quedaban seguidores celestes escuchando por la radio a José María García. Los directivos tuvieron que abandonar el estadio por la zona de los bomberos y Horacio Gómez estuvo a punto de desmayarse. Menos mal que todo tendría un final feliz días después.
Fuente: Libro de Historia del Celta de Faro de Vigo.