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El celeste 2016 se despide con nubarrones en el horizonte

Alberto Bravo

Este año que esta a punto de concluir ha sido mágico para el celtismo, es verdad que no se ha conseguido el tan ansiado primer título, pero 2016 se puede calificar de excelente. Unas semifinales de Copa, un juego excelso, sublime por momentos que llevó al equipo a Europa, terreno vedado en la última década. En el Celta todo eran alegrías y satisfacciones.

 
Como en todas las familias siempre había pequeños nubarrones, que si Balaídos no se llenaba, que en algunos momentos el trato a la afición no fue el más correcto, pero todo se quedaba chico cuando los Aspas, Nolito y Orellana cogían el balón y emulaban a las grandes estrellas del 'Planeta Fútbol'. El Celta volvía a protagonizar artículos elogiosos, debates y tertulias donde nadie dudaba en elogiar la apuesta valiente y sincera de ganar con la pelota, atacando, queriendo ser mejor que el rival. Fueron unos meses de vino y rosas donde nada parecía alterar la paz celeste.
Y así acabó una temporada mágica, pero en verano las cosas empezaron a tornarse por otros derroteros, Nolito cogía un avión rumbo a Manchester, el Celta se quedaba con 18 millones pero sin una de sus estrellas. Berizzo pedía refuerzos para no bajar el nivel del equipo y disputar con garantías las tres competiciones. Pasaban las semanas y estos no llegaron, el Celta afrontaba un nuevo curso con una plantilla aseada, pero inferior a la que se esperaba. Balaídos seguía medio vacío, las obras, la explicación que daba el club. Unas obras deseadas y ahora detestadas.
Pero al acabar el año los nubarrones iban apareciendo. Cuando se supo de la oferta de un grupo inversor chino el celtismo encendió todas la alarmas, el silencio del Celta aumentaba los rumores, nadie salió a explicar lo que estaba sucediendo, un grave error de una directiva que nunca supo comunicarse con los suyos. Hasta que apareció el 'Proxecto Celta', Balaídos debía ser propiedad celeste, los enfrentamientos con el Ayuntamiento llegaron a su punto máximo. Carlos Mouriño acusó a las instituciones de que no dejaban al Celta crecer, que la reforma de Balaídos es una chapuza, que quiere un nuevo estadio en Vigo o en los alrededores. Mientras tanto el equipo se mantenía vivo gracias a la explosión de un Aspas sublime, pero lo que en 2016 eran todo alegrías en 2017 se pueden transformar en decepciones. Un mar de dudas despide al celtismo, el próximo año será fundamental para la historia de este club que es de Vigo y que nunca tendrá sentido sin Vigo, un 2017 que llega con demasiados nubarrones en el horizonte.

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