Lo que mal empieza mal acaba. Desde la lesión matutina del Tucu, al empate ante el recién ascendido Girona han pasado pocas horas. El Celta de Vigo, perdido y hundido en su bochornoso espectáculo defensivo se volvió a dejar dos puntos ante un recién ascendido. Un empate a tres goles que aumentó los silbidos de un Balaídos que sigue sin conectar con Unzué y su idea de fútbol.
El viernes no comenzó bien en Vigo. La lesión de Pablo Hernández trastocaba todos los planes iniciales de Juan Carlos Unzué. El que era el mejor celeste de las últimas jornadas caía por una rotura fibrilar, agravando la falta de efectivos del mediocampo por la no llegada a tiempo de Nemanja Radoja. Unzué volvía a sorprender en su once con la entrada de los dos centrales criados en la Masia, una decisión polémica que generó cierta ira en Balaídos cuando Andreu Fontàs fue acumulando errores en prácticamente todas las acciones de ataque del Girona.
La niebla presente en Vigo nubló, valga la redundancia, a las dos defensas. El Girona avisó, hasta en tres ocasiones en los tres primeros minutos, que no pisaba el césped de Balaídos para ser una comparsa. Acciones que generaron las primeras inquietudes en la vacía grada del coliseo vigués. Pero fue el Celta el primero en golpear.
Una contra conducida por Maxi Gómez llegó a las botas de Daniel Wass, gran apertura a banda del delantero uruguayo, que el danés aprovechó para soltar un centro al segundo palo donde su compatriota, Pione Sisto, llegó para mandar la pelota al fondo de las mallas de Gorka Iraizoz con un rotundo testarazo. Los de Unzué se quitaban en una sola jugada todos los fantasmas, o esa era la sensación.
No pasaron ni tres minutos para ver a Rubén teniendo que recoger la pelota del fondo de su meta. Un centro mal defendido por Fontàs y Jonny de Mojica sirvió para que Portu pusiese las tablas en el marcador tras 432 minutos sin ver puerta por parte del cuadro gerundense. Pero la pájara de la zaga viguesa no terminó en esta jugada: sólo cuatro minutos después Stuani anotaba el 1-2.
Una jugada de estrategia, defendida de forma penosa por todo el cuadro de Unzué, llevó la desesperación a la bancada viguesa. El Celta, tras un partido serio en Ipurúa, se descomponía en defensa como un azucarillo. Minutos de oprobio mientras Cabral y Roncaglia permanecían en el banquillo, una decisión que cada día tiene menos defensores.
La locura reinaba en Balaídos. Maxi Gómez cabalgó por el centro para plantarse, en el minuto 16, ante Iraizoz. El uruguayo, con la enésima definición perfecta, batió al meta vasco para llevar la tranquilidad a un equipo nublado en muchas fases del encuentro. No llegaron más goles en los treinta minutos restantes, pero esta vez por las buenas actuaciones de Rubén Blanco, providencial en un remate de Aleix García, y de Gorka, que sacó un guante milagroso a un disparo de Pione Sisto que se colaba por toda la escuadra.
La locura con la que empezó el choque no se trasladó al comienzo de la segunda mitad. El Celta se hacía con el control de la pelota pero no sin lograr inquietar la meta gerundense. Los tímidos disparos de Mallo y Aspas, obsesionado con anotar su primer tanto, eran lo único resaltable de los primeros diez minutos de la reanudación
Corría el minuto 57 cuando Unzué tomaba la decisión de sentar a Fontàs, dando entrada a un defenestrado Facundo Roncaglia, una decisión aplaudida por la grada. Cambios que seguirían modificando la defensa con la lesión de Hugo Mallo. Cabral sustituía al de Marín dejando el carril diestro para Roncaglia. Los de Unzué retomaban su ofensiva con un pase largo de Lobotka a Aspas. El moañés centró muy largo y Pione Sisto, que llegaba desde el segundo palo no pudo conectar con el esférico.
Iraizoz pasó de héroe a villano en minutos, el meta visitante salvó, en dos ocasiones, el 3-2. En un alarde de reflejos desbarató los remates de Roncaglia y Maxi para acabar fallando en el lanzamiento de falta de Daniel Wass. Unzué había dado entrada a Emre Mor por Pione Sisto para refrescar el ataque.
En la primera acción del internacional turco, una obra de arte hecha regate, acabó derribado por la zaga catalana. Wass pidió la falta y soltó un zambombazo que se coló por el centro de la portería de Gorka. La pelota hizo un extraño que descolocó al meta visitante que sólo pudo hacer el muñeco.
Pero la defensa celeste es una caja de sorpresas, en lo negativo, y cuando sólo quedaban tres minutos para llegar al 90 dejó un balón suelto dentro de su área para que Juanpe lograse el tercer tanto del Girona. Tensión en la grada que veía como los puntos se volvían a escapar por errores propios indignos del fútbol profesional.
Maxi tuvo el cuarto en sus botas, pero Gorka estaba demasiado encima para que el canterano se zafase de su presencia, mientras las urgencias llegaban a un equipo en estado comatoso en su parcela defensiva. La desesperación era tal que hasta el Girona se pudo lanzar a la contra para lograr una victoria que hubiese supuesto el enésimo jarro de agua fría para Unzué y su turbulento comienzo de proyecto.
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