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Cuando la afouteza hizo temblar los cimientos de Old Trafford

Alberto Bravo

Este 11 de mayo se cumple un año, 365 días, de la visita del Celta a Old Trafford. Un partido que quedará para siempre en la memoria de los miles de aficionados celestes presentes en el 'Teatro de los Sueños' y de los cientos de miles que desde la distancia empujaron a catorce hombres a escribir una de las páginas más brillantes de la historia, casi centenaria, de un Celta que se quedó a un remate de alcanzar la gloria.

Un año después las lágrimas de aquellos jugadores no se han olvidado, pero tampoco como el Celta, comandado por Eduardo Berizzo desde el banquillo, jamás se amilanó, nunca se dio por vencido y siempre soñó con protagonizar la gesta más grande jamás vivida en su vida.
"Para que sucedan cosas, primero hay que soñar con ellas", una frase que resumía a la perfección todo el ideario futbolístico de ese equipo, una frase que Berizzo consiguió que el celtismo hiciese suya. No importó llegar a Manchester con un 0-1 en contra. Tampoco que Fellaini marcase el primero en Old Trafford. Nadie dijo que iba a ser sencillo, enfrente estaba el jugador más caro del mundo, Pogba, acompañado de estrellas compradas a golpe de talonario y dirigidos por uno de los mejores entrenadores del mundo, Mourinho.

Catorce chicos desconocidos en toda Europa acorralaron a un Manchester United hecho a golpe de talonario.
Del lado celeste, un chico nacido en Catoira, otro en Matamá, uno más de Marín y otro de Moaña, junto a ellos la legión argentina y escandinava, un equipo hecho a base de cantera, de oportunidades del mercado y de jóvenes promesas que querían escribir su primera gran hazaña en el mundo del fútbol. 
Nadie creía en ellos, nadie excepto su entrenador, su cuerpo técnico y su afición, la misma que abrazaba el credo del 'totismo' como una religión. Berizzo era el líder de estos chicos, él les había hecho creer que eran invencibles, que cualquier cosa, por complicada que fuese, por difícil que pareciese, podía suceder. 
Tras caer ante el Alavés Berizzo aseguró: "Algún día golpearemos tan fuerte la puerta que caerá" y ese 11 de mayo de 2017 era la fecha, el día, el partido en el que el Celta quería golpear tan fuerte las puertas de Old Traffod, del 'Teatro de los Sueños', de toda Europa y que estas, por una vez, cayesen derribadas.Eduardo Berizzo, el hombre que hizo creer a sus jugadores y afición que nada era imposible, que nunca se podía dejar de soñar.
Apoyados por miles de gargantas celestes, las mismas que silenciaron un templo del fútbol como Old Trafford, el Celta sacó fuerzas de flaqueza, se recompuso al tanto de Fellaini y nunca dejó de creer en lo imposible. Se rearmó tras el descanso, decidió que el final no iba a ser ese, que no importaba el rival que tuviese enfrente. 

Y así fue, la segunda mitad quedará para la historia, esos chicos desconocidos acorralaron al Manchester United, creyeron en la remontada y en alcanzar la gloria. Llegaron las ocasiones, Old Trafford se convirtió en una tumba, salvo en la esquina teñida con el color celeste de las camisetas y bufandas de los 2.500 aficionados que empujaron a los suyos cuando las fuerzas empezaron a flaquear.
2.500 gargantas celestes silenciaron Old Trafford haciendo suyo uno de los templos del fútbol mundial.
El imparable avance del reloj hacía imposible creer en la gesta, eran dos goles, dos goles ante el Manchester United, en Old Trafford y con sólo cinco minutos de margen. Pero llegó el primer milagro, Roncaglia batio a Romero en el minuto 85, aún había esperanza. El argentino ponía al segundo palo un cabezazo tras centro de Bongonda y esa esquina, la celeste estallaba de júbilo.
Llegaron las malas artes de Mourinho y los suyos, el Manchester tenía el miedo en el cuerpo, los cimientos de Old Trafford temblaban. El Celta de Mallo, de Aspas, de Sergio o Cabral había logrado lo más difícil, llegar vivos al final, no perder la esperanza y arrinconar a unos diablos que ya no daban miedo.

Tras el gol de Roncaglia no se jugó, pero el Celta encontró un resquicio para tener la última oportunidad. En esa ocasión, en ese balón centrado por Beauvue hacia Guidetti, iban todas las esperanzas celestes, todos los sueños rotos desde 1923, iba toda la fuerza de la afición, de pasada, de la presente y la futura, de todas las generaciones que vivieron el Celta como parte de sus vidas.
Y no entró, Guidetti falló y llegaron las lágrimas, la rabia de verse tan cerca de la gloria eterna, de acariciarla con las yemas de las manos. Llantos, caras desencajadas, el destino había vuelto a ser cruel con el Celta, han pasado 365 días pero nadie se ha olvidado de Guidetti en el suelo, de Aspas llorando como un niño, de Berizzo intentado consolar a Sergio. 

Nadie olvidará los llantos de Aspas, las caras desencajadas de los jugadores, pero tampoco se olvidará que el Celta estuvo a un remate de la gloria.
Pero este no podía ser el final, por que de las derrotas también salen héroes, y esa noche de Manchester no era para llorar, era para celebrar que estos chicos habían llegado a unas semifinales de Europa, ante uno de los equipos más ricos del mundo y que en un remate, en un disparo en el minuto 96 todo pudo cambiar.

El Celta cayó, pero escogió como hacerlo, luchando, peleando, murieron como héroes. Y ese es el recuerdo que quedará para siempre en la historia del celtismo de ese 11 de mayo de 2017. El día que el Celta hizo temblar los cimientos de Old Trafford. La noche que catorce chicos se quedaron a las puertas de una final europea, que esos chavales liderados por Berizzo protagonizaron el partido más emocionante de toda una generación de aficionados celestes.

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