Era el celtismo, de nuevo espectacular, el que creaba un ambiente especial desde las primeras horas de la mañana en Balaídos. El Celta, como en los dos últimos partidos como local, era recibido y jadeado por miles de gargantas celestes. El ánimo del celtismo se hacía notar en el césped ya que los de Fran Escribá comenzaron mandando con mano de hierro un encuentro en el que tuvieron hasta tres ocasiones claras de gol antes del minuto 12.
Primero Boufal, con un inocente y centrado disparo a las manos Bono. Luego Boudebouz, autor de un trallazo desde el vértice derecho del área al que respondió forma milagrosa el meta marroquí y, ya en el 12', Maxi Gómez, que en una jugada individual se plantó, casi si hueco, delante del meta del Girona bien pudieron suponer el 1-0 para un Celta que ni siquiera estaba necesitando de la mejor versión de Aspas para mandar, de forma incontestable, el encuentro.
Pasaban los minutos y el tan ansiado gol no llegaba, lo que daba al Girona mayor confianza para, esta vez sí acercarse a la meta de un Rubén Blanco que estaba viviendo un plácido encuentro en una primera media hora donde un cabezazo de Stuani por encima del larguero fue la única acción de peligro de los pupilos de Eusebio Sacristán.
Era de nuevo el Celta, con un ajustado remate de cabeza de Maxi Gómez a centro de Boudebouz, el que estaba más cerca de adelantarse en el marcador. Por desgracia, el testarazo del uruguayo se marchó fuera rozando la cepa del poste izquierdo de Bono.
Si alguien se ha beneficiado del regreso de Aspas y de la llegada de Fran Escribà al banquillo, ese no es otro que Boufal, que cada día es más determinante en el ataque celeste, tomando decisiones correctas como la que condujo al tanto que en el 34'. El francés encaró a su par casi en línea de fondo, ajustó el pase al corazón del área y ahí Aspas, un poco forzado, marcaba su tanto número 16 del curso.
Boufal que se estaba convirtiendo en la pesadilla de Pedro Porro, al que superaba de forma pasmosa cada vez que lo encaraba, convirtiendo el ataque zurdo del Celta, junto a Olaza, en la mejor arma viguesa en unos primeros 45 minutos donde los locales se pudieron ir con un mejor resultado a vestuarios.
La segunda parte comenzó de la manera más extraña posible, Okay se hacía daño al hacerle una tijera al recién entrado Borja García y en la siguiente jugada Portu, con un disparo cruzado, batía a Rubén con suspense incluido ya que el VAR tardó cinco eternos minutos en decidir si Stuani, del Girona que estaba en fuera de juego tocaba o no el balón. Finalmente fue Del Cerro Grande el que tuvo que acercarse al monitor a pie de campo para dar validez al tanto visitante, logrado en el 47 y ratificado en el 53'.
Respondían los celestes con otro centro de Olaza cabeceado por Maxi Gómez al medio de la portería de un seguro Bono. Los de Escriba seguían dominando a placer el encuentro ante un Girona que ahora sí, se encerraba de forma descarada en su campo. El problema es que los vigueses empezaban a notar el esfuerzo realizado a partir de minuto 60, momento en el que los errores y las imprecisiones se multiplicaban y el equipo empezaba a partirse.
Pero ahí apareció el celeste más en forma, junto a Aspas, en el tramo final de la temporada. Sofiane Boufal, que con una rosca maravillosa al segundo palo, que acababa impactando, ponía al Celta por delante en el minuto 69. Pudo cerrar el encuentro Boudebouz en el 74' tras una gran acción individual en el que Bono realizó una de las mejores paradas de la jornada.
Escribá iba cambiando a las piezas más desgastadas del equipo para no dar opción a un Girona que se encomendaba a los balones largos que podía pelear Stuani. Hjulsager, Jozabed y Costas entraban por Boufal, Boudebouz y Aspas. El Celta con el 2-1 a su favor y con un Maxi espectacular dominando el tempo de partido con sus controles de espalda avanzaba hacía un eterno descuento de seis minutos.
El celtismo daba sus últimas bocanadas de aire a un equipo que ya solo buscaba amarrar una victoria vital para salir del descenso. Se sufrió como siempre, quizás más que de lo de costumbre, pero el Celta aguantó el asedio final y recibió como una bendición venida del cielo el pitido final de Del Cerro Grande.