La ilusión en el Celta de Vigo revivió con la llegada de Óscar García al banquillo de Balaídos, que aterrizó en sustitución de un Fran Escribá sentenciado por directiva y afición, incapaz de reflotar un proyecto que hizo aguas desde su primera comparecencia en la ciudad gallega.
Las continuas promesas de mejora nunca se cumplieron. Salvó al equipo del hoyo en su primer 'match ball', pero las expectativas cambiaron a la vuelta del verano, con una inversión importante en materia de futbolistas para empezar a mirar hacia Europa. 12 jornadas después, la última con derrota en casa ante el Getafe animó a maquillar el proyecto; fue entonces cuando se abrió el telón de la obra de Óscar García.
Las críticas, de momento, no alcanzan para renovar el cartel, quién sabe si para cerrar antes de tiempo. Los números hablan por sí solos: en nueve jornadas en LaLiga, tan sólo una victoria, el bagaje queda completo con dos derrotas y cinco empates. Pobres números a los que hay que añadir la reciente eliminación en la Copa del Rey a manos del Mirandés.
Si bien el debut del técnico catalán se produjo con derrota frente al Barcelona en el Camp Nou -precisamente el equipo que seguía como comentarista en Movistar +-, su sorprendente victoria en Villarreal arengó las ilusiones del entorno celtista, más contento -a priori- con la incorporación de un entrenador con gusto por el fútbol asociativo.
Desde entonces, el proyecto entró en declive. Derrotas ante Levante y Leganés, y empates frente a Valladolid, Mallorca, Osasuna, Athletic y Eibar; todos ellos llamados a ocupar posiciones inferiores en la tabla con respecto al propio Celta. Números que mejoran la anterior etapa -siete derrotas en 12 partidos-, pero que ni mucho menos se corresponden al nivel de la plantilla.
"No se puede depender de Aspas", como destacó Murillo en su llegada, pero el capitán no encuentra amigos con los que jugar. Ni Denis Suárez ni Rafinha, tampoco Santi Mina o Brais Méndez, ninguno de los grandes nombres del mercado ha dado un paso adelante. El equipo ya se salvó el curso pasado 'in extremis', cuatro puntos por encima del descenso, pero la trayectoria actual va camino de tropezar con los mismos errores del pasado.