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Balaídos vuelve a rugir con su equipo: solo faltó la victoria

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El Celta de Vigo se ha reencontrado en esta tarde de sábado con el calor de su afición, en el partido ante el Real Betis en Balaídos. De este modo, 455 días después, el público ha vuelto a llenar sus gradas con 5.000 aficionados que se han repartido por todo el estadio. Y vaya si se ha notado que estaba lleno, porque la afición ha respondido de la mejor manera. Aplausos, cánticos, gritos de ánimo. Había ganas de volver. La pena es que era ya la última jornada.

Si ya se notaban felices los aficionados del Celta al entrar a Balaídos, qué decir cuando ha saltado el equipo al césped para realizar los ejercicios de calentamiento previos al inicio del choque. Los jugadores aparecían en los marcadores y la afición aplaudía. Así con todos, principalmente con Iago Aspas, al que el speaker dejó para el final. Posteriormente, el juego de luces no se quedó corto.

Tras un emotivo minuto de silencio por todos los celtistas fallecidos durante la temporada, llegó el momento del pitido inicial. Y si la afición estaba animada, el equipo no se quedó corto. Pese al arreón inicial del Betis, el Celta fue poco a poco haciéndose con el control del partido. Los de Eduardo Coudet atacaba, dominaban, y tan bien lo hacían que a la media hora, Marc Bartra derribaba a Santi Mina en el área bética y Aspas abría la lata desde el punto de penalti. Balaídos volvió a estallar y todavía quedaba una hora por delante.

Fueron pasando los minutos, y ya en la segunda parte, se produjo una nueva explosión de alegría en las gradas de Balaídos con el golazo de Brais Méndez, con el que el Celta ponía tierra de por medio en el marcador. Pero como el fútbol tiene esas cosas, un Betis que se jugaba su presencia en la UEFA Europa League, y al que los resultados en otros campos no acompañaban, remontaba con goles de Borja Iglesias, Nabil Fekir y Víctor Ruiz.

Con los tantos béticos cambiaba el panorama y reaparecieron los pitos, pero no dirigidos al equipo, al que también se le culpó de haber bajado los brazos ante un rival que, eso sí, se jugaba la vida. Si bien el principal señalado era el árbitro, Gil Manzano, cuyas decisiones no favorecían precisamente al Celta. Pero el caso es que Balaídos vuelve a vibrar, a rugir, y qué bonito suena. Vuelve el fútbol a Balaídos, y ojalá que sea para quedarse.

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