El Celta de Vigo cayó ante el Barcelona pese a su gran partido en Montjuic. Y lo cierto es que todos los jugadores estuvieron a un gran nivel. Larsen abrió la lata en la primera mitad y Tasos Douvikas amplió la distancia en la segunda parte. Parecía que el griego había sentenciado el partido pero a un rival de la talla de los de Xavi Hernández no se le puede dar por muerto nunca. Y su remontada llegó, justamente, tras la salida de Iago Aspas del campo. En apenas diez minutos, Lewandowski marcó un doblete para igualar la contienda, y Joao Cancelo remató la faena. Fue entonces cuando, rápidamente, la cámara de la realización buscó al capitán celtista, sentado en el banquillo junto al ariete noruego, completamente devastado.
Y es que a Iago Aspas se le llevaban los demonios. Su cara denotaba muchas sensaciones, y ninguna positiva. Rabia, incredulidad, sorpresa... Y es que tres goles en diez minutos para perder el partido fueron un castigo muy duro que, además, el genio de Moaña tuvo que vivir desde el banquillo y no en el césped para alentar a sus compañeros.
Mientras Iago Aspas, con la cara desencajada, no podía creer lo que estaba viendo, a su lado Jörgen Strand-Larsen se llevó las manos a la cabeza. Con ellas se tapó la cara y, quién sabe si incluso llorando, no quiso seguir mirando la dramática remontada que había logrado el Barcelona sobre el minuto 90 de partido.
Y es que fueron 80 minutos de puro fútbol, inteligencia, paciencia e incluso superioridad táctica del Celta sobre el Barcelona. No obstante, fue salir Iago Aspas del césped y el equipo se desmoronó. Del mismo modo, Xavi Hernández dio entrada a muchos futbolistas de carácter ofensivo para cargar la frontal del área y, finalmente, acabó logrando la remontada. Una pena para el cuadro celeste después de firmar un partido de máximo nivel.