Había avisado Vicente Parras, técnico del Alcoyano, a Marcelino García Toral: "El campo estará muy mal". Para abundar en la trama de un bonito relato de fútbol, le habría faltado decirle al árbitro, Medié Jimenez: "Hay un río de aguas muy sucias a pocos metros del campo". Y para completarla: "Sabemos que has aparcado el coche enfrente de la Mercería 'Chonchi". No pudo apelar a la afición. Ni pasarle al Athletic Club por los ojos el anterior partido de Copa en el que el Real Madrid (2-1) había sucumbido.
Por su parte, Marcelino dejaba claras sus intenciones: "Vamos a Alcoy a pasar de ronda, asumiendo que nos tocará sufrir". De pasar a cuartos se trataba. De convertirse en el octavo equipo cuya bola entraría en el bombo. Palabras mayores. Del 'efecto Marcelino' a 'Marcelino es la causa'. Algo tiene este hombre cuando los resultados lo bendicen. Entrenador llamado a terminar con esa famosa 'moral' que al Alcoyano lo habría puesto a las puertas de la gloria.
Uno, obcecado en ver el partido a través de la pequeña pantalla del móvil en su creencia de que los compañeros de DAZN habían rehuido la tele. Quizás por ello, por mirar desde tan cerca y, a pesar de ello, verlo todo diminuto, me perdí esos pequeños detalles que engrandecen los partidos. Un palo local de primeras. Un Alcoyano replegado que salía veloz interpretando el contraataque. Un Athletic horizontal. De izquierda a derecha. De derecha a izquierda. Atacar por las bandas. Entrar por dentro con lo que había en el campo se convertía en quimera. Y en defensa, conceder una falta en ese espacio que a los lanzadores les vuelve locos.
Agua de beber para un Alcoyano que tiraba de su famosa "moral" y un fútbol anejo a lo sencillo. Parecía digna para un diestro. Fue Carbonell, sin embargo. Un zurdo que apeló a salvar la barrera y que fuera lo que Dios quisiera. Ezkieta, a pesar de no estar mal colocado, se tragó la pelota con un gesto extraño de sus brazos. No anda fino el navarro.
Urbano Anda, entrenador y maestro del equipo juvenil del Club Portugalete, nos solía decir en partidos a disputar sobre el deficiente estado del terreno de La Florida: "Es ahora, con el campo duro e irregular, el momento para que los jugadores más técnicos impongan su poderío". Comulgando con la doctrina del 'legendario Urbano', Marcelino recurrió a dos de sus perlas más preciadas. Muniain y 'Rulo', sobre el verde de salida para alterar el signo de la segunda mitad.
El Muniain más brillante y decisivo desde que ingresara de la mano de Caparrós. El Raúl García más excelso y elegante desde que se convirtiera en león a sus 29 años. El Athletic, ya de salida, echó la pelota al 'suelo' y empezó a disfrutar con el juego combinatorio. Banda derecha. Lekue, llegando al fondo. Se apoya en 'Rulo'. Y, luego de gustarse en las formas, el navarro se la devolvió al lateral para que, hacia fuera, hacia dentro, la tocara, con la zurda y de lujo, al corazón del área. El 'Búfalo' voló. Se hizo gigante. Y desde esas alturas que habitan los arietes, cabeceó soberbio hacia la base del palo corto. Era el empate. Cerré los ojos y a la memoria llegaron aquellas maneras con las que 'Cuco' Ziganda se gustaba entrenado al Bilbao Athletic.
Para los más técnicos. Para los mejores. Y hasta para los virtuosos. Ya en la pantalla grande de Cuatro, empecé a disfrutar con un Athletic que hacía lo debido en una superficie defectuosa. Al suelo. Al pasto. A ese campo del que el entrenador del Alcoyano había dicho que estaría "muy mal". Terreno malo, ganancia de los mejores. Ya con Dani García y Wiliams en el campo, el Athletic, jaun ta jabe. Se hizo dueño del partido. Asociándose. Por abajo. A pesar de su "moral", el Alcoyano ya no volvería a oler el esférico.
Se habla de Muniain. Claro. Cómo no hacerlo si su palabra en el campo es nuestra verdad. Aquí estoy, Yuri, le decía. Cosida a su tobillo la pelota. Recibía patadas hasta en la tarjeta barik que se había dejado en casa. Los famosos 'giros de 360 grados' que con Bielsa patentara . Sublime en la estrategia. Al servicio de su amigo Wiliams. Ahí la tienes, e Iñaki machacó a un portero que estaba en 'la cuarentena'. Por delante. Y aún así. O quizás por ello, el Athletic elevó la presión para poder robar en campo rival.
Desde el gol hasta el final del partido, la consigna gestual desde el banquillo. La de Marcelino. Ni un paso atrás. Hacer la pelota nuestra y no hacer dejación de ella si no media un gol nuestro o la pelota perdiéndose por la línea de fondo. El Athletic, empequeñeciendo a un Alcoyano al que ya no le alcanzaban las fuerza para discutirle el balón a los leones.
Muchas cosas que mirar. Muchos jugadores en los que fijarse. Y resultó que este cronista, ya desde secuencias previas, solo tenía ojos para Raúl García. Ejerciendo de extremo diestro. Retrasándose para pedir. Ofreciéndose en todo tiempo y lugar. Era tal la fascinación, que, en uno de sus muchos gestos, creí ver en su estilista figura al mismísimo Jon Rham. Moviéndose como un golfista. Brazo derecho. Palo en la mano. Madera, hierro, putter, híbrido. Acariciando su 'pelota diminuta'. Elegancia para regalar. De marcar goles, a jugar como los ángeles. 'Rulo' rula. Para que se cumpliera la 'palabra de Marcelino'. El Athletic, en cuartos. Porque derrochó juego bonito en la segunda mitad. "Más fútbol que el Alcoyano". La moral de los leones, por las nubes.